viernes, 28 de septiembre de 2007

El afectivo dadivoso

Fotografía: Full moon rissing AVRIL HODGE,

Contaba mi abuelo que obsequiar sin mesura tiene consecuencias inesperadas, más aún cuando se hace al estar enamorado. Ese fue el error de Carlos quien tarde se arrepintió.

Una noche cenaba con Zandra, la mujer que amaba. Observó por la ventana desde el piso quince como se elevaba en un silencioso suspiro la blanca luna que cautivó su mirada. Se erguía sobre las colinas y comenzaba a matizar el valle con su plateado resplandor.

El la invitó a disfrutar del momento. Se levantaron para admirar el homenaje que les brindaba la noche de plenilunio.

Por su espalda la abrazó, su rostro rozó el pálido y fino cuello y con sus miradas fijas al horizonte absortos, Carlos le dijo:

—Esa es mi luna llena, hoy es para ti, te la regalo.

Ella, con un beso la tomó y la luna, sigilosa los invitó a compartir su fulgor en sábanas de seda.

Meses después ya no era Carlos el que disfrutaba con Zandra de la cena, las sedas, ni la albura de la luna.

Ahora, deambula solitario por las calles con la mirada perdida en la oscuridad del cielo en búsqueda de su redondez, su luz, confundiéndola con los faros de alumbrado de las avenidas.

Sólo le queda el ingrato recuerdo cada mes, saber que perdió el amor y la luna llena que una vez regaló.

4 comentarios:

Morco dijo...

Ciertamente en la vida hay que tener cuidado con lo que se da y a quien se le da, pero por otro lado también es cierto que el día que dejemos de dar a los demás empezamos a morir...

Nos vemos en el espejo

lenin pérez pérez dijo...

Maestra vida camará,
te da te quita, te quita y te da.

lenin pérez pérez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Waiting for Godot dijo...

Es así, y cuando decimos te amaré por siempre? Besos.