viernes, 28 de septiembre de 2007

El afectivo dadivoso

Fotografía: Full moon rissing AVRIL HODGE,

Contaba mi abuelo que obsequiar sin mesura tiene consecuencias inesperadas, más aún cuando se hace al estar enamorado. Ese fue el error de Carlos quien tarde se arrepintió.

Una noche cenaba con Zandra, la mujer que amaba. Observó por la ventana desde el piso quince como se elevaba en un silencioso suspiro la blanca luna que cautivó su mirada. Se erguía sobre las colinas y comenzaba a matizar el valle con su plateado resplandor.

El la invitó a disfrutar del momento. Se levantaron para admirar el homenaje que les brindaba la noche de plenilunio.

Por su espalda la abrazó, su rostro rozó el pálido y fino cuello y con sus miradas fijas al horizonte absortos, Carlos le dijo:

—Esa es mi luna llena, hoy es para ti, te la regalo.

Ella, con un beso la tomó y la luna, sigilosa los invitó a compartir su fulgor en sábanas de seda.

Meses después ya no era Carlos el que disfrutaba con Zandra de la cena, las sedas, ni la albura de la luna.

Ahora, deambula solitario por las calles con la mirada perdida en la oscuridad del cielo en búsqueda de su redondez, su luz, confundiéndola con los faros de alumbrado de las avenidas.

Sólo le queda el ingrato recuerdo cada mes, saber que perdió el amor y la luna llena que una vez regaló.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Pasión de ciberespacio







Fotografía: FRANCISCO PEREIRA Panchoper@gmail.com

Una conexión fortuita los hizo conocerse hace tres días. Ella se ubica en el asteroide B612 y él en el cuadrante 96G de la Galaxia Hetamun. Así aparece en sus fichas de nacimiento ciberespaciales. En el diálogo, hay señales que dejan ver las intenciones, anzuelos punzantes de viso áureo que les hace permanecer en tensión y los atrapa en su ansiedad. Sólo falta saber de que lado está el cordel que hala.

El trato formal en el cruce de palabras intenta marcar una distancia que en los sentimientos no existe, solo incita a una conversación que acentúa su carácter lúdico y libidinoso. Ella, como una Sibila da sentido a los signos, conoce los retos y manipula los mensajes del Oráculo con su verbo y artilugios que pertenecen a los dones de una mujer.

11:05
Fernando: ¿Se ha dado cuenta que esta exquisita conversación tiene más de una hora en el chat?
Helena: ¿En serio? Disculpe, pero boté mi reloj hace mucho tiempo.

11:06
Fernando: Si, y no hay vino ni quesos.
Helena: Ja…ja…ja… tampoco música, pero sí buenos "amigos", palabras y frases...

11:07
Fernando: Es correcto.

11:09
Fernando: Ha pasado dos minutos en silencio ¿Se encuentra aún usted caminando como una Diosa por lo Campos Elíseos?

11:10
Helena: Más bien... por los Campos Digitales.
Fernando: Ja…ja...ja..., pensé que se había marchado.

11:11
Helena: Hummm, dejaría usted qué escapara tan fácilmente?
Fernando: ¡Jamás!

11:12
Helena: Ja…ja...ja...
Fernando: ¿Y cual sería su respuesta a una contrapregunta?
Helena: La curiosidad es muy grande como para marcharme...

11:13
Fernando: ¿Y…, a que se debe su curiosidad?
Helena: Saber cual será la siguiente frase...

11:14
Helena: Déjeme decirle que es usted excelente conversador…, y eso para mi es un tesoro de inmensa valía. Leerle me hace sonrojar.

Arde la mirada en espera de preguntas y respuestas. En la pugna del pensamiento la razón es vencida por la emoción. Los resultados de la batalla dan frutos, argumentos que escribe presuroso, pulsando de manera sutil las teclas como si esa sensación la transmitiera a sus mejillas sofocadas.


11:33
Fernando: Ayer estuve hasta la madrugada pendiente de su entrada en el chat. Hace unas horas encendí la computadora con cierta angustia para ver si había correo suyo?

11:34
Helena: Ja…ja…ja… es un sentimiento mutuo, una angustia encantadora que nos mantiene al filo del teclado, con los ojos casi cerrados, esperando al abrirlos encontrar el nombre del otro reflejado en la pantalla, sé a lo que se refiere.

11:35
Fernando: ¿Le pasa a usted lo mismo?
Helena: Por supuesto, ¡lo que le he descrito es cierto!

11:36
Fernando: Esta experiencia, ¿la vivió usted alguna vez?
Helena: Hummm... no que yo recuerde y mi memoria no falla a largo plazo y a usted?

11:37
Fernando: En lo absoluto, es mi primera vez

11:38
Helena: (me vuelve a sonrojar) Es un honor saberlo y un placer que sea conmigo.
Fernando: Si me viera usted...
Helena: A ver, descríbalo (si quiere) me encantaría saberlo.

Una experiencia inédita. El tan visual no da crédito a lo que acontece. Atrapado durante tres días en la frágil tela de araña hilada por las seductoras palabras que se muestran en la pantalla, idealiza su figura para luego descontextualizarla de su deseo. En la mente escucha su voz. Un ejercicio para valorar sentimientos, sólo participa la conciencia, no hay piel, perfumes, sabor estimulante, ni figura que deslumbre sus ojos.

11:55
Helena: Celebro haberlo conocido, por cada palabra, por cada instante que sin ser ojos nos convertimos en susurros.

11.56
Fernando: Es usted quien me hace ahora sonrojar.
Helena: Deje que mis labios calmen su rubor.

11:57
Fernando: Guárdeme en su corazón, cofre sagrado de objetos predilectos, como me ha dicho.
Helena: Ya tiene habitación señalada.

11:58
Fernando: Gracias, esperaré paciente la invitación para mi hospedaje.

11:59
Helena: O… ¿la llave?
Fernando: Está en sus manos la decisión.

12:01
Helena: Ok…, la recepción manda a decir que puede pasar cuándo quiera a buscarla...
Fernando: Sólo déme la dirección y allí estaré.

12:02
Helena: perfecto...

12:03
Helena: Sólo tiene que seguir el rastro de mis palabras... y llegará directo a su hospedaje.

12:04
Fernando: ¡Así será! Sepa a quien ha de entregar la llave de su cofre y con certeza no hacer daño. Si las pistas son honestas como demuestran sus palabras, caminaré sin armadura por los bosques de su pecho, coronaré montañas, hurgaré en la gruta de sus palabras, saciaré mi sed con el elixir de su manantial y emulando a Hércules, lucharé contra la Hidra de Lerna cortando cabezas de paradigmas. Si siente pasos en su pecho, haga silencio, no dude en dar por cierto que soy yo, muy cerca de su esencia.

12:05
Helena: Me seducen sus palabras.
A mi pesar, ha llegado el momento del intermedio, mis colegas me llaman para ir a almorzar, tengo que retirarme por unos instantes, piense que acá estaré esperándolo para leerlo otra vez.

12:06
Fernando: No se olvide hacer una nueva conexión.

12:07
Helena: No lo olvidaré. Hasta la próxima estrella señor o hasta el siguiente palpitar ante el ansia de encontrarlo otra vez.
Ciao.

12:08
Fernando: Aquí estaré toda la tarde, con mis ojos nerviosos hincados en el blanco resplandor del monitor.
Buen apetito.

Su pecho brioso, profundiza la respiración en cada frase que escribe. El corazón salta con cada respuesta, se acentúa el interés entre palabra y palabra.

Ansiedad por la indefinida espera.

No la ve, no la escucha, la siente.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Del rock a la tragedia

Fotografía: Literatura con amargura. FRANCISCO PEREIRA panchoper@gmail.com

Sentada detrás el vetusto escritorio de madera, la delgada Sor María dictaba su clase de castellano. Exponía que la literatura y la música tienen similitudes, paralelismos y mutua influencia. Olga atenta escuchaba sin sospechar que las palabras en menos de setenta y dos horas le daría una lección.

Olga mantenía una eterna disputa con Sor María, —directora del colegio— por el corto ruedo de la falda, el esmalte de las uñas y el brillo en los labios. Era una adolescente inteligente, rebelde y egoísta.

La directora, con voz chillona e impregnada de zetas españolas, al finalizar la clase y sin aclaratoria alguna exigió:

— ¡Silencio jovencitas, por favor, silencio! Atención, mensaje a García, para el próximo lunes, indagar sobre “Eddy Porrey”.

Ante las evidentes dudas, Sor María se limitaba a responder:

— Si no conocen, indaguen, y quienes no sepan que es Mensaje a García, investiguen. El lunes preguntaré sobre el tema— dijo enfáticamente golpeando de manera reiterada el escritorio con el delgado dedo índice.

Olga conversaba con una amiga y de manera desafiante ignoró a la religiosa

— ¿Olga escuchaste, entendiste lo que hay que hacer?

—Hay si, si, si, ya escuché, ¿cree que soy sorda?— Contestó de forma irreverente.

Sor María con rostro de impotente rabia, la vio y dio la clase por concluida.

Con la obsesión de sobresalir a toda costa entre sus compañeras de clase, el fin de semana, Olga se dispuso a investigar por Internet sobre Eddy Porrey. Para su sorpresa la pesquisa en todos los navegadores fue infructuosa. No encontró señas de algún libro, autor, cantante o conjunto musical. Visitó las librerías y discotiendas de los centros comerciales del este de la ciudad. Hurgó en la librería Técnica, las de Nacho y Las Novedades, y por no dejar, en una tienda de venta de CD especializada. No hubo resultado complaciente. Tomó el metro y dirigió su objetivo a los vendedores ambulantes de libros en los alrededores del Ateneo de Caracas y llegó hasta los libreros mustios de la Avenida Fuerzas Armadas. De regreso a casa hizo la última escala de su investigación en el Buscón, una tienda de libros usados.

El paradero de Eddy Porrey seguía desconocido.

Tan convencida estaba Olga de que no existía alguien importante con ese nombre o una obra con ese título y su soberbia la hacía capaz de invitar cualquier cosa que decidió hacer su propia historia. En una cuartilla —que era lo exigido— escribió la biografía de un joven cantante.

A primera hora del lunes, sus compañeras de clase consignaron la investigación. Olga llegó cinco minutos tarde al salón y con aires de superioridad que la caracterizaba, entregó en una carpeta manila con el título: “Eddy Porrey, duro del rock”.

Sor María la tomo en sus manos, con detenimiento la observó con un gesto de duda y que transformó en regodeada satisfacción, la colocó sobre el escritorio. Alzó su cabeza y dijo.

—Saquen una hoja para hacer la evaluación

Olga estaba lista para responder cualquier pregunta de su historia fabulada, con una sutil sonrisa irónica esperó las palabras.

Sor María fijó la mirada en los ojos de Olga, de manera pausada dio un giro hacia la pared. Su mano invitó a la terrosa y blanca tiza a bailar en el césped del pizarrón un minuet de celebración anticipada. Y en impoluta caligrafía inglesa escribió:

— ¿Cuales son las características principales, de los personajes en la tragedia griega, escrita por Sócrates titulada, Edipo Rey?

Olga no lo podía creer, no emergía de su asombro. Miró a su alrededor a las compañeras con angustia, las flamas de rabia consumían su ego. Todas con la cabeza agachada escribían. Sor María observaba.

Olga una vez más se distinguió de sus compañeras, en esta oportunidad con la hoja en blanco. No supo que responder, lo que para ella fue toda una tragedia y para otras una comedia.

jueves, 13 de septiembre de 2007

RODRIGO BENAVIDES nos trae el llano a Caracas

Fotografías:
Flecha Yaruro, La Macanilla. RODRIGO BENAVIDES. http://www.fotosensible.org/
Captura de imagen. La Macanilla. FRANCISCO PEREIRA. panchoper@gmail.com

El llano infinito marca su horizontal que diferencia lo divino de lo material. El ojo sensible, agudo, va a la caza de la luz, la escena, el instante. Al lomo de su caballo rojo indómito, conduce por la vastedad de la sabana. En su pensamiento; aprehender la imagen. Y lo consigue.

Manso y de matiz plomizo el agua del río, el garcero nervioso, la baba al acecho del chigüire, una composición balanceada, la escena perfecta. Con la paciencia que tiene un creador armoniza con sus herramientas; trípode, cámara, rollo de película, encuadre, foco, obturador, velocidad y…“click”, disparo. Una combinación de elementos, sensaciones y acciones reflejan todo un disfrute que termina con la expresión; ¡Memorable!

Son más de once años de investigación fotográfica sobre el llano venezolano que Rodrigo Benavides tiene en sus prematuras canas y miles de kilómetros recorridos por hermosos parajes de esta tierra infinita, donde la mirada no tiene fin y en la noche las estrellas cobijan la inmensidad.

Pero es ahora cuando devela su obra fotográfica “LLANURA IMPROSULTA”. Una exposición que suena a cuatro, arpa y maracas, sabe a pisillo de baba y a pavón, huele a ordeño, se siente ese hormigueo en la piel que provoca el sol abrasador.

En el Museo de arte Contemporáneo de Caracas, Rodrigo Benavides muestra el resultado de su trabajo en una selección de imágenes en color y en blanco y negro, impresas en diversos formatos. La exposición aborda el tema del llano con rigurosidad metodológica para mostrar nuestras raíces. Un minucioso trabajo desglosado en doce capítulos: El caballo, la fauna, el domador, naturalezas muertas, vaquerías, el paisaje, el hato, el sombrero, símbolos, el ser, la luz y el progreso, y por último, transporte.

De manos de este amigo, el llano venezolano llega a la urbe con toda su intensidad para mostrarnos un espacio geográfico que vibra como el Arauca al sur de Venezuela. Una muestra fotográfica que no se debe dejar de visitar.


Tomado del catálogo de la exposición.
El término improsulta es una derivación de la locución latina “non plus ultra” (no más allá), frase empleada por Hércules para designar la última frontera de Mediterráneo como limite del mundo conocido.

Exposición:
Museo de Arte Contemporáneo de Caracas
Agosto – Noviembre 2007
Entrada gratuita

lunes, 10 de septiembre de 2007

El barco de mis noches

Fotografía: Media Noche. JUAN JOSÉ RICHARDS juanorichards@gmail.com
Cada noche soy el timonel que por tu distancia viajo horizontal en las turbulentas aguas de la soledad. Las sábanas, velas arriadas, rasgadas, envuelven mi cuerpo en la cubierta y resisto con mi daga templada en la ilusión de tu amor, el abordaje de presencias fantasmales a estribor.

El susurrar de las sombras en la oscuridad alimenta tu recuerdo en mi mente y con desesperación, voy de un lado al otro para mantener el control. De momento me aferro a las almohadas como tabla salvadora para expeler mi aliento de angustia. Lucho decidido en este océano embravecido, oscuro, pleno de tormenta. Me alzo y con la mirada hacia el horizonte perdido, a gritos, increpo al faro de la razón que me aleje del arrecife y me guíe a aguas mansas.

Batallo para evitar zozobrar y no caer al mar de mi ansiedad. Como Ulises, me ato al mástil de mi navío a fin de no ceder a la provocación del canto de sirenas en mi pensamiento que rememora el pasado y sus desaciertos. Desgarro mi vestimenta, agitado, sudoroso e insomne, intento que desaparezca tu ausencia como sucumbió Parténope en la profundidad del mar.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Los escapularios del padre Arturo Duque Sánchez

Fotografía: Iglesia San Antonio de Padua. Clarines. FRANCISCO PEREIRA panchoper@gmail.com

La iglesia revelaba en sus gruesos muros la pátina del tiempo y las manchas oscuras producidas por la humedad. Las chorreras, bien definidas en los estucos, marcaban la perfecta alineación del alero de tejas rojizas, las cuales hacían contraste con el limpio y brillante azul del cielo. En la sacristía, la celosía del deteriorado y pesado ventanal vinotinto, filtraba los tenues rayos de luz que se hacían presente por las partículas de polvo y bocanadas del humo del cigarrillo que expelía el padre Arturo. Sentado en el taburete de madera, con sus setenta y cinco años, manos amarillentas y temblorosas, contaba apresuradamente el dinero habido no precisamente del diezmo de los feligreses. Lucio, el sacristán doblaba las campanas llamando para la misa de las tres.

Entre los feligreses, las beatas del pueblo en primera fila entonaban sus cánticos y rezaban cadenciosamente las oraciones del rito. En el grupo, unos ojos pardos, agradecidos y fijos en el altar le seguían obedientemente al padre Arturo. Al final de la nave, la hija del sacristán con su inocencia, agradecía de rodillas la comunión recibida, con sus manos enlazadas y apoyada en sus delicados labios.

Otorgada la bendición final, Lucio se acercó al micrófono y dijo:

—Ahora el padre Arturo procederá a la reconfirmación semanal de los escapularios— Se escuchó con voz grave por los altavoces de la iglesia.

—Tomen su escapulario con la mano derecha y colóquenlo en su pecho— dijo pausado y entre dientes el padre Arturo.

—Reafirma Señor, con tu bendición estos escapularios, en nuestra fe, para el logro de los objetivos espirituales y materiales de tus devotos, Amén. —

—Amén— respondieron todos los feligreses a una sola voz.

Alzó sus brazos cubiertos por una casulla curtida, volvió a dar la bendición y les encomendó que fueren a sus casas en paz. De manera pausada, sobre el piso de cemento de color rojo cansado se dirigían los asistentes al portal principal de la iglesia. Lucio, de mirada esquiva, con su calvicie frontal, cabellera gris ensortijada que se confundía con la poblada y descuidada barba, esperaba en el umbral del portón la salida de los feligreses a fin de vender los escapularios. Discretamente un joven corpulento, de mediana estatura se le acerco y le susurró al oído:

—Don Lucio, necesito un escapulario, eso sí, de los poderosos, consagrado— enfatizando pausadamente la última palabra.

Sólo el padre Arturo y Lucio sabían el significado y ritual para la consagración de los escapularios.

Arturo Duque Sánchez, con una infancia azotada por la injusticia y abuso de su padre ingresa al seminario influenciado por la devoción de su madre. Sus últimos 25 años ha sido el párroco del pueblo. Olvidado por la jerarquía eclesiástica, y en la monotonía de su actividad diaria, se ha convertido en un sacerdote influyente en los feligreses del poblado y sus alrededores, impartiendo su propia visión de la fe. Su vocabulario impresiona, seduce a quien le escucha y manipulaba a los corazones más desolados.

La venta de los escapularios había tomado un giro lucrativo interesante en la zona ya que muchas personas le atribuían poderes mágicos y sobrenaturales, especialmente los consagrados a los cuales le otorgaban mayores dominios. Esa era la creencia que Lucio había hecho circular.

Por la necesidad de privacidad para la consagración de los escapularios, el padre Arturo había mudado su sitio de descanso a la parte alta de la sacristía. Se accedía a aquel recinto de misterio a través de una angosta escalera de madera cuyos tablones vetustos crujían bajo el peso del cansado cuerpo. La pintura de los gruesos muros agrietada y escamada en pliegues mostraban figuras lúgubres con su sombra. El hollín de su altar privado resaltaba las tenues flamas de las velas blancas y amarillas que iluminaban las diversas estatuillas representando santos y vírgenes. La cera endurecida, seca, de diversos colores, chorreada, daba fe del tiempo que tenía la devoción. A ambos lados del altar, unos frascos de mayonesa servían de florero a los ramos polvorientos de rosas plásticas. A la derecha, sobre una pequeña mesa destacaban trozos de tela de fieltro, hilo, aguja, figuras, estampas, semillas y cordeles, conformaban el génesis de los escapularios. En un rincón, debajo del pequeño ventanal circular, una cama mal tendida, cóncava por el uso y de sábanas gastadas conformaba el sitio de tregua de sus batallas personales y para la consagración de los escapularios.

Es durante la noche, en la soledad y a la luz de las velas que las manos venosas, de piel flácida, pecosas y de uñas largas, habilidosamente cortaban, cosían y armaban cada escapulario. Al terminarlos, los colocaba en un pequeño cofre de madera para luego en su debida oportunidad consagrarlos, plantándolos debajo de la roída sábana de su cama, previo al encuentro íntimo con los ojos pardos que le complacían sexualmente en la penumbra de la sacristía.

El tiempo, el ocio y la codicia, habían dado paso al deseo perverso de su sexualidad, se convirtió en un hombre sacrílego, girando cíclico e inestablemente su estado de ánimo; del amor al odio. Solo Lucio conocía las debilidades del padre Arturo, quien le manipulaba con el dinero y manutención que le daba a causa de la venta y propagación de las bondades de sus escapularios consagrados.

Culminada la misa de seis, de rodillas ante el altar, con las manos unidas frente a su pecho se entregaba a las oraciones la hija de Lucio. El Padre Arturo, oculto detrás de la puerta de la sacristía la observaba. Su mirada lasciva y aguda, hincaba el escote de su floreada blusa, que dejaba notar el relieve de sus incipientes senos. La mirada lenta seguía el contorno de su cuerpo deslizándose hasta las torneadas pantorrillas adolescentes. Sus perversos deseos le dominaban (Esa niña es muy hermosa. Ella les otorgaría mayores poderes a los escapularios, impregnados no solo de de amor y deseo sino con también de dolor virginal) pensó el Padre Arturo.

De manera pausada se acerco a ella, como felino en acecho de la presa, colocó la mano sobre su cabeza y acarició suavemente sus lacia cabellera, y le dijo:

—Te veo rezar todas las tardes. Tus oraciones el Señor las escucha con atención y él desea lo mejor para ti, el me avisó para que habláramos—

Lo miró con el respeto que un representante de de Dios debía tener. Sus negros ojos comenzaban a humedecerse, le respondió.

—Padre, no tengo madre y la pierna de mi papá cada día está peor. El médico le dijo que si no mejoraba deberán cortársela. Ni los rezos ni los ensalmes funcionan. En el rancho sólo contamos con la ayuda que papá recibe de la iglesia y de las conservas que vendo en el pueblo. Si el empeora… — rompió en un llanto inconsolable.

—Vamos, acompáñame, ante el altar de los santos ofreceremos a Papá Dios nuestro dolor para que intervenga en la sanación de Lucio— Con la mano en su hombro y saboreando su inocencia el padre Arturo la condujo hasta la sacristía. Empujó la puerta, la hizo pasar.

—Sube, con cuidado, la escalera es pequeña y vieja, siéntate que ya voy— le dijo.

Volteó hacia la nave principal confirmando la soledad de la iglesia. Al cerrar la puerta, un golpe seco hizo eco en los muros del recinto. Unos ojos pardos disimulados en el baptisterio fueron testigos de la infame invitación.

Se desabotonó la curtida sotana, la colocó sobre el taburete, sacó de su cintura la franela de algodón blanca que aprisionaba el pantalón, lavó la cara en el aguamanil que luego secó con una toalla deshilachada, luego ansioso subió las escaleras.

Estaba sentada al borde de la cama con sus ojos aún húmedos, ahora manifestaban el temor por la soledad e indefensión en que se encontraba. Escudriñaba con curiosidad y miedo el altar alumbrado por las velas, la penumbra no le permitía ver con claridad los rostros de los santos y vírgenes, ni los detalles del lugar.

El Padre tomó el cofre de madera con los escapularios y mostrándoselos dijo — ¿Ves estos escapularios? Te llevarás uno de ellos y mediante tu fe y sacrificio, el Señor intercederá para mejorar la salud de papá, pero para esto primero tenemos que consagrarlo— Una sensación de terror recorrió su cuerpo, sospechó cual era su origen. Se paró con la decisión de dar por terminada la conversación, pero ante su fragilidad la sujetó con fuerza por sus brazos. Un grito de timbre agudo y vibrante hizo que las manos del padre Arturo presionaran su boca sin medir fuerza. Sintió el olor a nicotina que expelían sus dedos ocres.

—Sí deseas salvar a tu padre de la enfermedad y no perder la ayuda que le doy, calla y solo reza, reza y reza, mientras consagramos los escapularios, ¿entendiste?— exaltada, aseveró con un sonido gutural y moviendo afirmativamente la cabeza.

La acostó de manera obscena en la cama, mirándola fijamente y repitiéndole la obligatoriedad de su silencio para siempre, liberó de los ojales cada botón de la blusa, como si deshojara pétalos de una flor. Sus delicados pechos y pequeños pezones rozados se mostraron agitados por una respiración de pánico y angustia. El gemir del llanto y el rezo eran uno. Sus ojos desbordados en lágrimas difuminaban la visión.

Tomó los escapularios y sobre el virginal vientre desnudo los frotaba, lentamente. La boca entreabierta mostraba los chatos y torcidos dientes manchados mientras la punta de su lengua enjuagaba los labios. Su pecho y abdomen flácidos se juntaron sobre el aterrorizado cuerpo que miraba fijamente las velas que derramaban lágrimas ardientes por la flama que las desgarraba. Sus largos y temblorosos dedos se deslizaron con unos escapularios hacia su pubis, ultrajando el sagrario de su virginidad. En la penumbra, la sombra grotesca del vetusto cuerpo manchaba la pared con sus movimientos bruscos y torpes ante el silencio y la mirada inmóvil de las imágenes sagradas.

El día amaneció nublado, un gris plomizo amenazaba lluvia, Lucio caminaba pausadamente con su prominente abdomen por la angosta acera de la calle paralela a la plaza. Una brisa suave pero fría recorría el callejón levantando el polvo. Sintió recorrer por su cuerpo un escalofrío inusual. Su hija de catorce años sentada al borde de la acera balanceaba el cuerpo sin cesar, apretando con los brazos y manos las pantorrillas. La cabeza entre las piernas. Lloraba inconsolablemente. Un escapulario colgaba de su cuello. Las lágrimas ya no virginales corrían por sus mejillas como estrellas opacadas por la suciedad de un alma perversa. Se oscurecieron las palabras, se congelaron los silencios.

Indignado y lleno de ira, Lucio se dirigió hacia la Iglesia, olvidó su dolencia de la pierna derecha y el sobrepeso que le hacía caminar pausado. Sus ojos encendidos por el fuego de la venganza y la rabia, reflejaban los rayos de la tempestad que se avecinaba. Empujó con fuerza el pesado y gran portón. Entró violentamente a la iglesia, hizo una genuflexión, se persignó, caminó lentamente por el pasillo central. Los ojos del Cristo en el altar, leían lo que su pensamiento retrataba. Tres escalones, a su derecha la pequeña puerta de la sacristía que abrió pausadamente pero con seguridad. Su mirada dio un breve recorrido. El silencio era sepulcral, un olor mefítico era patente. Subió la estrecha escalera, su mirada escudriñó la pequeña habitación en búsqueda del objetivo.

Para su asombro, la venganza estaba consumada.

La larga sombra del dorado cáliz caído sobre las tablas, manchado de impura sangre, temblaba en el piso, como el deseo de venganza de Lucio. Permaneció inmóvil unos segundos con la frente perlada por el sudor. Su respiración agitada rasgaba el sórdido silencio. Su mano lentamente ingrávida, se acercó y tocó el pecho que yacía en la cama, estaba inmóvil. Tomó el cofre de madera que contenía los escapularios y bajó la escalera escuchando en cada paso el llanto de su hija. Unos ojos pardos complacidamente vengados por la infidelidad se filtraban desde fuera por la tupida celosía de la ventana.


Esa tarde, la tierra árida agradecía la intensa lluvia que caía del cielo gris, la escorrentía de agua que manaba de los aleros lavaba los muros de la iglesia y empapaba los zócalos. Se aproximaban algunos devotos pobladores paraguas en mano. El tañido de las campanas se escuchó repicar en el pueblo y sus alrededores anunciando la misa para la bendición de los escapularios.


sábado, 8 de septiembre de 2007

Labios diluidos

Fotografía: Labios, serie roja. NDRGRND peddr0@hotmail.com


La suave brisa anunciaba el inicio de la puesta del sol. Los tonos naranjas de los últimos rayos de luz acentuaron el verdor de la naturaleza que contrastaba con el despejado cielo. En el parque, sentados bajo el cobijo de un roble, conversaban de manera imprecisa, entrecortada. El viento sacudió las robustas ramas, las hojas volaron. Fue en ese preciso instante que con voz pausada y fría mirada, sus delicados labios pronunciaron lo que nunca hubiera deseado oír; — Me enamoré— pero ya no era de él.


Al escuchar esas palabras, una gélida sensación recorrió con violencia su cuerpo para alojarse de golpe en el pecho. El corazón se estremeció con fuerza y la respiración se hizo profunda.

“Que me des tu cariño” de Juan Luis Guerra se escuchaba de fondo en el sórdido bar. Absorto, apoyado en la barra, el eco de aquellas palabras le aturdía. La iluminación tenue dramatizaba el rostro, realzaba sus pómulos y la barba mostraba días sin rasurar. El humo de los cigarrillos danzaba en el ambiente de manera sinuosa y con lánguida tristeza. El repicar del choque de los cristales se confundía con el murmullo de los asistentes. Ahora sus labios mudos, secos, se humedecían entre sorbos de licor. Jugaba con el vaso, el dedo ahogaba el hielo como si fuera su pena. Con la cabeza gacha y la mirada perdida en el pensamiento no daba credulidad a lo que dio oídos aquella tarde.

Ernesto sacó el bolígrafo del bolsillo, tomó una servilleta, sus párpados se cerraron, hizo una breve pausa y luego escribió:

Sueño con tus finos labios que me brindaron esencia de vida. Como flor de color granate sus tersos pétalos acariciaron en silencio mi alma y animaron el sentimiento por ti. Entregado a ellos me encontraba cuando besabas mi aliento. Delicados, rozaron las mejillas, cuello, toda la piel y con sutileza sensual entusiasmaron mi intimidad. Labios que manifestaron sus deseos en palabras de amor y esperanza. Pronunciaron voces de alegría y felicidad. Labios que se posaron sobre los míos y jugaron al perpetuo vaivén de las olas del mar.

Anhelo el momento que desvanezca la distancia que ahora nos separa y me tortura. Sueño con volver a escuchar de ti palabras de amor y sentir la vibración de tu alma al rozar de nuevo nuestros labios en un beso.

Reclinó la cabeza en su mano izquierda, los dedos hicieron de arado en el cabello. Con un gesto de displicencia soltó el bolígrafo que rodó por la barra. Tomó un trago. La circunferencia líquida que dejara el vaso como huella fiel de su compañía se fue colando hacia las palabras escritas que poco a poco se diluyeron en la fría humedad del momento.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Nessun Dorma por Luciano Pavarotti

Nessum Dorma

Esta es una de mis piezas favoritas: el aria de Puccini “Nessum Dorma” de la ópera Turandot. Para deleitarse.

Traducción al castellano

El príncipe ignoto

¡Que nadie duerma! ¡Que nadie duerma!
Tampoco tú, oh, Princesa,
en tu frío cuarto
miras las estrellas
que tiemblan de amor y de esperanza...
¡Pero mi misterio está encerrado en mí,
mi nombre nadie lo sabrá!
¡No, no, sólo cuando la luz brille (Puccini: sobre tu boca lo diré,)
Sobre tu boca lo diré... (Puccini: ¡cuando la luz brille!)
Y mi beso romperá el silencio
que te hace mía.

Voces de mujeres
Su nombre nadie lo sabrá...
¡Y nosotras, ay, deberemos, morir, morir!

El príncipe ignoto
¡Disípate, oh noche! ¡Tramontad, estrellas! ¡Tramontad, estrellas!
¡Al alba venceré!
¡Venceré! ¡Venceré!

jueves, 6 de septiembre de 2007

¡Bravo Luciano!

Fotografía: Luciano Pavarotti. Internet

Los noticieros de televisión y la radio anunciaban esta mañana la partida Luciano Pavarotti después de batallar con el cáncer de páncreas que adolecía. El más grande tenor de todos los tiempos, exhalo su último canto en la madrugada de hoy. Los pentagramas quedaron en blanco, los violines y chellos enmudecieron sus cuerdas, los oboes se negaron recibir el aliento, los tambores y timbales no vibraron al golpe de la baqueta, la sala de conciertos está sola, silente.

Al conocer el desenlace —el cual se veía venir desde la noche de ayer— sentí la necesidad de oír la potencia de su voz, la sutileza de su canto. Me sucedió lo mismo cuando salgo de un concierto, el deseo de seguir escuchando esas canciones que me hicieron vibrar, saltar, gritar de alegría y hasta llorar durante el espectáculo. Busqué en el archivo uno de mis CD preferidos de Pavarotti para hacerle honor a esa portentosa voz con mis oidos. No lo encontré, recordé que lo había prestado, es decir, cambió de dueño, pasa como los libros, cuando los prestas, los pierdes. Tomé el álbum “Live in Barcelona” y me dispuse a escuchar.

En medio de la luz de la mañana que penetraba por el balcón de mi apartamento y con la voz magistral que expandían las cornetas del equipo de sonido, reflexionaba lo significativo que fue Pavarotti para desmitificar el canto lírico y la difusión del “bel canto”. Con su talento lo hizo descender del Olimpo y lo colocó a la disposición de todos, asequible a nuestros sentidos, lo popularizó. Quienes tuvimos la oportunidad de verlo y escucharlo en vivo disfrutamos de su imponente presencia, la fortaleza de su voz, sencillez y humildad en el escenario, nos enseñó a comprender y amar el género musical del cual fue maestro. Solo el se atrevió a solapar su voz con cantantes de todos los estilos. Son memorables los momentos compartidos por esta estrella con Bono, Eric Clapton, Sting, Lionel Richie, Zucchero, Mana, Bryan Adams, Bocelli, James Brown entre muchos otros. Clase aparte el célebre concierto en Roma de “Los tres tenores” bajo la dirección de Zubin Metha, en julio del año 1990 y como escenario la Termas de Caracalla. Aún recuerdo el gran espectáculo que fue transmitido por televisión a todas partes del mundo.

Pero toda ópera tiene su final y hoy Luciano da un paso atrás en el proscenio y agita su pañuelo en señal de despedida, el telón se cierra, sin embargo, ¡Que grande eres! y digo eres, porque no hay silencio eterno mientras su voz y recuerdo permanezca en nuestro pensamiento, sigue vivo.

¡Bravo Luciano!

PD:
Por cierto, ya no importa que amigos o las “ex” se queden con los discos que les prestamos alguna vez, ahora tenemos LimeWire, Ipod y Youtube, que los disfruten.

martes, 4 de septiembre de 2007

Carta a mi sobrino

Fotografía: Retrato Leopoldo Díaz Pereira. FRANCISCO PEREIRA panchoper@gmail.com

En ocasión de que el hijo de mi hermana, —mi primer sobrino— culminara sus estudios de bachiller, sentí la necesidad de obsequiarle en su fecha de graduación unas palabras que le transmitieran mi afecto, valores, principios y pensamientos, vistos con la perspectiva del tiempo y mis experiencias vividas.

Esto fue lo que le escribí:

Querido sobrino Leopoldo:

Te felicito Leito, me colmas de orgullo, he visto como has concluido exitoso tu proceso de formación como Bachiller, llegó la hora de colgar la franela color beige.

He sido testigo del esfuerzo por salir adelante en tus estudios y culminar esta etapa de la vida que nunca olvidarás. Y no la olvidarás porque está llena de amor, emoción, alegría, inocencia, bondad y despreocupación. Pero… ¡ahora es cuando viene el joropo zapateao caballero!. Sin embargo no temas, lo que se revelará en tu futuro va a ser tan bueno como lo vivido hasta ahora. La diferencia radica que empezarás a experimentar desde otra óptica, desde un punto de vista diferente, no solo desde la emoción sino también desde la razón. Ahora tus decisiones y acciones tendrán toda la influencia en tu futuro porque —recuerda esto siempre— serás el creador de tu vida. En tu ahora, conjuntamente con Dios, el universo, eres el gran arquitecto, ingeniero, administrador, constructor de tu fututo.

Desde que comenzaste a gatear —por cierto en ocasiones lo hacías como el cangrejo, hacia atrás — hasta el día de tu graduación has tenido un continuo entrenamiento, la preparación para dar inicio a un nuevo aprendizaje en tu vida. Hoy puede ser difícil comprender muchas de estas palabras, pero cuando tengas la distancia de lo vivido, poco a poco las entenderás.

Por el gran sentimiento de amor que siento por ti, mi primer sobrino y en vista de que ahora tus decisiones y acciones son las que te guiarán por los infinitos caminos del frondoso bosque de la vida, como tu tío, te voy a dar una vela que está fundida con la cera de algunas experiencias por mi vividas, para que con su luz, en las frecuentes tinieblas y la oscuridad, puedas iluminar este nuevo camino que inicias.

Primero que nada, ama con intensidad a tu papá y a tu mamá, han dado y darán todo por ti. No descansarán de facilitarte y enseñarte como hacer nuevas velas luminosas para alumbrar tu sendero. Abrázalos, bésalos, quiérelos, porque son tus aliados en la vida. Ninguno de tus mejores amigos serán superiores a tus padres. Háblales, diles lo que piensas, lo que deseas, tus dudas, angustias, proyectos. Disfrutarán como nadie tus logros y sufrirán las desventuras. Siempre van a estar a tu lado. Aprovéchalos día a día, no son para toda la vida. Ellos te crearon desnudos desde sus corazones, te conocen cuando apenas eras solo la fundición de sus alientos y tensión de pupilas fraguadas en el crisol de sus sentimientos apasionados.

Sé un hombre de principios, honorable, de recto proceder, no vendas tu valores por nada en el mundo, esos son tus remos para navegar en el agitado mar de la vida. A veces pareciera tonto, pero al final quien manda es tu conciencia, el bien saber, el bien actuar.

A tu hermana Mariolga, por más diferencias que tengas respétala, quiérela, conviértela en una amiga, en tu aliada. Siempre está atento de lo que le acontezca. Cuando las edades se emparejen y puedan compartir conversaciones maduras, hazlo.

Cuando te sientas abrumado por un problema de estudio, trabajo, situación económica o el amor de alguna mujer te derrumbe, piensa que no estás derrotado o deprimido, solo estás desatento momentáneamente en el objetivo de tu vida. Ya verás que de esas derrotas aunque te duela el alma, siempre aprenderás algo, crecerás y el rumbo se vuelve a tomar. Recuerda siempre esta frase de tu Papabuelo: “Todo pasará”.

Las veces que con una mujer vayas a hacer el amor, hazlo protegido —usa preservativo— porque traer un hijo al mundo no es un juego, es una gran responsabilidad, ya lo verás el día que te toque ser un papá feliz y comprometido, además, por unos minutos de inconciente e irresponsable placer se puede perder la vida por el simple contagio de una enfermedad fatal.

Te vas a enamorar y cuando lo hagas hazlo de verdad, con honestidad, desde el corazón, con respeto y compromiso, lo cual no quiere decir ser maleable, sumiso, sin personalidad. Hábla de manera sincera con tu pareja, la comunicación es fundamental para hacer una relación perdurable. Dile lo que piensas y sientes, no esperes que te interpreten. Conversa con tu papá, mamá o hermana de tu experiencia afectiva, hazlos cómplices, partícipes de tus aventuras, de tus picardías, no te avergüences, ellos lo van a disfrutar, guardarán el secreto como los de una cofradía y te darán los consejos que vas a necesitar.

Cuando entre tus brazos tengas el frágil cuerpo de una mujer, protégela, respeta esa anatomía, es un templo que contiene sentimientos, un alma. Cuando hagas el amor, hazlo convencido que tanto das, tanto recibes. Entrega tus sentidos y tu mente, pero con ternura, delicadeza, suavidad, y pasión. Pueda que sea difícil hacer lo que te voy a decir, pero me lo agradecerás y te lo agradecerán; “tómate tu tiempo”, se espontáneo, expresa la ternura de dar y recibir amor entre caricias, palabras y besos, nunca te apresures. Hacer el amor no es lo que ves por la Internet o en algún folleto multicolor, es la expresión de tu esencia más sagrada, pura. Es el momento en que se hace presente el vínculo, la conexión de tu ser con el universo. Amar no es sólo el placer de la piel, esa es una de sus manifestaciones. Recuerda que el acople principal entre tú y a quien ames se da en el alma y no en las intimas partes ardientemente acopladas.

Conoce gente, conversa, da tu teléfono, pide el de ellos y ellas, haz tu agenda personal con todos los datos de la gente que te agrada, anota sus fechas de nacimiento y eventos importantes, llámalos para felicitarlos o saber de ellos. Invítalos a comer, a divertirte. Asiste a eventos sociales. Eso si, sé prudente con las amistades, selectivo, no todas son iguales ya que en los intereses hay discrepancia. Hay gente llena de amor y verdad, pero tienes que aprender a diferenciar donde hay interés, mentira, odio, rencor, manipulación, no todo el que se te aproxime busca el bien. Allí estará tu habilidad para saber escoger tus verdaderos amigos y quien compartirá contigo la vida en un futuro.

La felicidad es un estado de ánimo que la construyes tu mismo. No la busques porque si la buscas no llega, es un círculo vicioso que te entrampará. Lo mejor es vivir cada momento de manera plena, disfrutar de las cosas más sencillas, un atardecer, un árbol florido, del canto de un pájaro, escuchar un buen disco, ver una apasionante película, del abrazo de tu papá, del beso de tu hermana, el apretón de manos de tu mamá, la dulce caricia y el te quiero de tu novia o esposa, momentos únicos e irrepetibles. Recuerda siempre: el pasado pasó, el futuro no existe, por consiguiente lo que tienes que vivir y disfrutar es el momento, cada inhalación y exhalación de ese oxígeno que le proporciona la posibilidad de existir a tus células, allí encontraras esos instantes de felicidad.

Tu cuerpo cuídalo, es la máquina que le da acción al ser, es el recinto de tu alma, respétalo.

Albert Eistein dijo en una oportunidad “ La imaginación es más importante que el conocimiento” pero para que tu imaginación se enriquezca tienes que alimentarla, estudia, estudia, estudia, abre tu mente con el fin de aprender todo lo que puedas, no solo de tu profesión. Lo que quieras saber o conocer, indágalo, experiméntalo no te quedes nunca con una duda. Imprégnate de conocimiento, sé un hombre completo, universal. Lleva siempre contigo un libro para leer. Lee todo tipo de géneros, toma tu tiempo en la lectura para que puedas entender y asimilar lo que te dicen las páginas de los libros. Escribe canciones, poemas de amor, cuentos, lo que se te ocurra. Hazlo para ti y luego que los demás lo lean. Respeta las opiniones que te den, te agraden o no.

Procura ser un ciudadano del mundo, viaja, trasciende tus fronteras, conoce otras geografías, otras culturas.

Baila cuando quieras, canta cuando te provoque, si desafinas no importa, ese eres tú, auténtico, sé tu mismo.

Enfócate en los objetivos que desees lograr, visualízalos y lucha por ellos. Te gustan las carreras de Formula 1, entonces, si quieres ir a verla imagínate sentado en la grada, frente a la parilla de salida, observando como esos bólidos multicolores rugen por el asfalto, percibe el olor que produce el roce de los neumáticos en la pista con el aceite y la gasolina quemada que expelen los motores. Mírate a ti mismo con tu franela McLaren, la gorra, la bandera en tu mano ondeando y apuntando hacia el cielo azul. Hazlo de esta manera con todo lo que quieras lograr en tu vida, un carro, trabajo, viajes, lo que desees. Eso sí, sin perder el foco ni la esperanza. No desesperes, porque la vida tiene su tiempo para todo y el tiempo del universo es perfecto.

En fin Leopoldo, es mucho lo que quisiera transmitirte pudiera, sin embargo, estos consejos que te expreso los hago desde mi corazón y con mucha ilusión y amor.

Cuando dentro de algunos años reencuentres esta carta amarillenta en algún cajón lleno de polvo, espero que te sirva para reflexionar o tomar decisiones que te ayuden a vivir, a volar como las águilas, alto y pleno de dicha.

Me parece ayer cuando cabías en mis brazos y meciéndote en ellos te cargaba. Para dormirte y estimular tus sentidos y el deleite por la música, colocaba en el equipo de sonido un CD de melodías clásicas. Resultó que lo que te gustó es la salsa y el reguetón, ¡que bolas!


Te quiere
Tu tío Pancho

lunes, 3 de septiembre de 2007

Comienza a funcionar el telar

Fotografía: Urdimbre y Trama. Estambul. FRANCISCO PEREIRA . panchoper@gmail.com

Hay quienes se les hace sencillo escribir lo que se piensa, plasmar en el papel —ahora más común en la pantalla— las negras palabras que hierven con las imágenes de la mente. ¡Claro!, para quien se ha formado en el ámbito de las letras, periodismo o carreras a fines suele ser pan comido, ese es su oficio, con el lleva a la casa la arepa y los Pampers del carajito. Pero —siempre hay un pero para justificar— no es nada fácil para quien en alto porcentaje es visual y se ha formado a base de proporciones y el manejo del espacio y la estética. Donde la seducción del pliego en blanco es con trazos de grafito y colores, no mediante combinaciones de letras y reglas ortográficas. Más aún cuando lo que ha escrito en su vida son memorias descriptivas de proyectos arquitectónicos, memorandos, presupuestos, informes o lo más fuera de tecnicismo donde ha puesto algo de su imaginación, son los correos electrónicos que por circunstancias iban con poéticas cargas afectivas. Por eso digo, —en lo personal— no es nada fácil.

Un buen día te acarician el ego diciéndote; — ¿Por qué no escribes si lo haces tan bien?, tienes habilidad para eso, ¡inténtalo! — y ante la incredulidad de poder ordenar un cúmulo de palabras coherentes, sientes que realmente tal cumplido es debido al ciego afecto ocasionado por el momento que vives y sus circunstancias, que una realidad. La insistencia del comentario hace efecto en probar lo desconocido, más aún si llevas por dentro esa efervescente inquietud de querer expresar lo que piensa “Kati”, esa mente inquieta, parlanchina, que vive en el creador, en el arquitecto.

Ese es mi caso.

Para dar inicio al Blog voy a reconocer ante los visitantes de este sitio, como dijera Sócrates: “Sólo sé que no sé nada”. Desde este punto de partida tendré la osadía de acometer la aventura de publicar mis escritos, asumiendo los riesgos, sin embargo, de antemano sé que nada voy a perder, todo lo contrario, la experiencia al final será positiva.

TELAR DE PALABRAS es el espacio para compartir la expresión de mi pensamiento desde las letras. Allí convergerán en la urdimbre ideas, experiencias propias y ajenas, fantasías, sueños, anhelos, frustraciones, alegrías, mentiras, lo que implica la consecuencia de respirar y pensar.

Esta inquietud por escribir la terminó de aflorar el Diplomado en Escritura Creativa que realizara en la Universidad Metropolitana —por concluir el próximo mes de octubre— conjuntamente con el ICREA. Allí profesionales como; José Manuel Peláez, Roberto Echeto, Jorge Portilla y Reynaldo Bello Guerrieri se han dado la tarea de mostrar en un vuelo rasante el ancho y largo camino por recorrer. Por cierto, mi mayor reconocimiento a las instituciones, profesores y excelentes compañeros.

Por las múltiples ocupaciones que no están ligadas a las letras, para mi, mantener un Blog no es nada sencillo y más de esta naturaleza donde la calidad del contenido y la responsabilidad de lo que se cuelga está en cada axón del autor. Lo peor es no hacer nada por temor a equivocarse, no intentarlo. Repito, no es fácil, pero…

¿Quien dijo miedo?