lunes, 31 de diciembre de 2007

Propósito de año nuevo

Fotografía: Flotando. Mood Dragon. http://www.flickr.com/photos/pintomarquez/2090887397/

Se escucha en la radio: ¡Faltan cinco minutos para las llegada del año nuevo!. En medio del estrepitar de los cohetones y el jolgorio familiar, Marisela pregunta.

—Ramiro, después que incendiaste el dormitorio por quedarte dormido con un cigarrillo encendido ¿imagino que tu propósito de año nuevo será dejar de fumar?

—¡Nooo!... te equvocaste. Dormir en el banco de la plaza. Lo que me preocupa es que la corriente de aire me pueda ocasionar una neumonía.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Regalo de Navidad

Fotografía: Jeune femme au téléphone. ALAIN BACHELLIER http://www.flickr.com/photos/alainbachellier/297322904/

Luces brillan por toda la ciudad. La Cruz del Ávila con intensidad resplandece sobre el valle de Caracas brindando un aire de alegría navideña a la capital. Sin embargo para Ismael fue premonitorio aquel atardecer de diciembre en el bulevar de Sabana Grande. El destino lo colocó en el sitio, el día y la hora justa para ser desafortunado testigo de aquella miserable y fútil traición que le arrebataría el amor preferente que por tantos años había cultivado.

El encuentro no fue casual, ella acordó el sitio y la hora de la cita. Vidrieras, luces y un ambiente lleno de San Nicolás, renos, y algodón simulando la absurda nieve tropical hacían patente la alegría de Sophia al ver las posibilidades de realizar su anhelo. El verde salvaje de sus ojos brillaba cual gema refractando su luz. Se vieron, entrecruzaron intensas miradas de fuego como centellas resplandecientes en la negra noche. A ella, su actitud la delataba, le afloraba el deseo de tenerle entre sus manos, hablarle, escucharle. Ismael la observaba, y ante tal escena, sintió gotas de sudor frío. Lentas y sigilosas bajaban por la morena piel de su frente. Absorto quedó ante desagradable instante. El dolor, la rabia y el miedo de perderla hicieron que se mantuviera oculto, vigilante de sus acciones.

A fin de cuentas, fue Sophia quien decidió y eligió. Su rival ganó esa batalla, sí, sin duda alguna. Se percató que era colosal luchar contra su elegante y sobrio estilo, del dominio de la tecnología, el brillo de lo nuevo, la tentación de lo inexplorado, lleno de energía y de esas maneras tan particularmente musicales de llamar su atención. Le brindó el placer a su ego de desgarrar su bien presentado velo de virginidad. Cayó en la red, la sedujo al punto de convertirla en una incondicional de su propia necesidad. Hizo de sus gráciles y finos dedos, esclavos para satisfacer el hambre de caricias sobre el pecho esculpido como un súper héroe musculoso.

Un intruso que llegó para destruir la intimidad con el eterno ir y venir de cotilleos y tertulias inútiles. Apegado a ella, se hizo presente en los momentos menos apropiados, fueron tres; en la cama, en la cena, en el cine, en los aniversarios.

Por él, ella desplazó su atención y su prioridad que en una época le perteneció.

Y a pesar que lo despreció y detestó, ahora los entiende y gracias a la Navidad en la que debemos reconciliarnos hasta con uno mismo, se hizo un obsequio.
Donde fueron tres, ahora son cuatro.

—Sophia, no puedo atenderte, tengo una llamada en espera, en quince minutos te repico.

martes, 11 de diciembre de 2007

DOLOR

Fotografía: Dolor. FRANCISCO PEREIRA

Decisión de verdugo semblante, oscura, lastimó, causó el agudo dolor que le arrincona el alma desnuda en una esquina de su corazón vacío. En soledad las gotas cristalinas, tibias, le golpean sin cesar, intentan penetrar su cuerpo, está seco. Como lágrimas silenciosas se escurren por la impermeable piel. Le consuela sus brazos, el pecho se oprime al no escuchar la afable voz, sentir su aliento.

Duele el silencio árido, mudo desierto estéril que sofoca, atormenta y castiga. Abate la reminiscencia, no percibir el destello de sus ojos, ni sentir la tersura de sus manos.

Duele el fulgor de las mañanas que recuerda día a día el desamor no deseado.

Duele la soledad, olvido frío por la distancia. Intenta acortarla mientras el pensamiento transita por los caminos del sentimiento en búsqueda del rostro perdido en las sombras ásperas de las rocas.

Duele esa vacuidad infinita, en la que reverbera el eco interno, perpetuo.

Duele la punzante pérdida, saber que nunca jamás ha de compartir ese sentir que lleva consigo. Sufre su entraña por las raíces que hurgan y se alimentan de recuerdos floridos sembrados uno a uno por besos de furia. Hinca el dolor afilado, intenso, profundo, que no aquieta la lira de Orfeo.

Duele el sabor que evoca el caldo rubí en la copa inundada por los vapores de su cuerpo. El pesado hilo gris fatigado del cigarrillo delinea el perfil mil veces acariciado, flota y lento se desvanece, determina la ausencia.

Duele obligarse a que sus recuerdos no le encuentren. El dolor por amar y no ser correspondido encarna lo profuso que se ama.

Duele lo que el tiempo intentará mitigar.

Es conocerse…, es ¿estar vivo?

viernes, 7 de diciembre de 2007

Una pancarta vale más que mil palabras

Fotografías: FRANCISCO PEREIRA G. panchoper@gmail.com
El tiento de manos de Miguel iba indagando curioso el asfalto de la avenida. El sol abrasador reflejaba destellos en sus lentes negros, de cristal oscuro. Escuchaba el bullicio de la turbamulta, su olfato agudo refrendaba el olor a cotufas. Unos pasos más adelante, pinchos de carne y pollo a la brasa. Los aromas se confunden, se solapan. Entre la multitud presumiblemente un cuello aguanoso en Carolina Herrera de alguna licenciada se mezclaba con el pachulí de la cocinera. Gritos, consignas, música, pitos, llegaban en diferentes direcciones como saetas a sus oídos. Tomado del hombro de Raúl, su hermano, disfrutaba de aquel colage que sus cuatro sentidos articulaba.

—Raúl paremos un rato.

— ¿Estás cansado, quieres sentarte, tomar agua?

—No, gracias— respondió. Giraba de manera leve su cabeza en diferentes ángulos, como si sus oídos visualizaran las escenas que acontecían en la avenida, y dijo.

— ¿Podrías leerme y describirme las pancartas que alcances a ver?

— No hay muchas y no son tan buenas como en otras manifestaciones.

— Aprende a ver, léelas y descríbelas, ellas son un resumen, dicen más que mil palabras. ¿Sabes algo? en este país hay unos que tienen sentido de la vista y no ven, porque no hay peor ciego que el que no quiere ver.