Fotografía: Ready for action, de JASPED SCHWARTZ http://www.flickr.com/photos/29089162@N02/3426676726/
Robert era un guerrero de nacimiento, se asía a las tetas de su mamá y luchaba con ellas cuerpo a cuerpo hasta extraerle la última gota de leche. No gateaba, se movía de un lado a otro con el pecho a tierra. De niño no tuvo piedad al meter al conejo de su hermana en el microondas y darle diez minutos de cocción. Una vez en el transporte escolar le dijo a Bartley, su compañero de clase, que pronunciara su nombre con la boca abierta, cuando lo hizo, una mariposa negra le introdujo en ella. Coleccionaba películas de Bruce Willis, Sylvester Stallone, Arnold Scharzenegger, Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Steve Austin y otros duros. Dislocó brazos, varias clavículas y pantorrillas quebró jugando futbol americano en la liga universitaria. Días después del ataque a las Torres Gemelas en New York, se ofreció como voluntario a la Armada para cortarle el cuello a Osama Bin Laden. A los ocho meses retornó a casa con su impecable uniforme y un esparadrapo en la cabeza, en muletas, sin una pierna, el ojo derecho vaciado, cuatro dientes menos, siete heridas de bala en el cuerpo y una cicatriz desde la oreja hasta la garganta.
La madre lo abrazó y le dijo:
― ¡Hijo, que te han hecho!
―Háblame fuerte por el oído derecho que por el izquierdo no te escucho ―le dijo con voz gangosa.
― ¿Cómo te sientes?
A lo que respondió.
―Este trabajo me tiene molido.