miércoles, 10 de febrero de 2010

Obsesión ornitológica

Fotografía: Australia raven at lunch. Flicker.com


Por cuidar aves, Margarita quedó ciega; eso sí, nunca dejó de amar a sus cuervos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Siete veces

Fotografía: Flicker.com

Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo.

Humo y cigarrillos oprimidos en el cenicero.

0

Do, re, mi, fa, sol, la, si.

Recuerdo tu voz, reverbera entre calles estrechas.

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Amarillo, naranja, rojo, violeta, índigo, azul, verde.

Manos sobre el lienzo de tu cuerpo.

0

Maya, Celeno,Alcíone, Electra, Astérope, Táigete, Mérope.

Almíbar de tu vulva embriaga mi pensamiento.

o

Pintura, escultura, arquitectura, literatura, música, danza, cine.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...

Cuento y no te pienso más.

sábado, 2 de enero de 2010

PUPILOGRAFÍA

FOTGRAFÍA: Garabato. Francisco Pereira. panchoper@gmail.com

Una
mañana las miradas de los turistas comenzaron a rayar; para la tarde, Barcelona era todo un garabato.

martes, 8 de diciembre de 2009

Retirada

Fotografía: La cuenta. FRANCISCO PEREIRA panchoper@gmail.com


Al finalizar la cena, cuando Jesús pidió la cuenta al mesonero, Judas dijo:
―Permiso, voy al baño.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Narciso

Fotografía: The "after shave mirrow" selfportrait, de Dhammza http://www.flickr.com/photos/dhammza/83336871/


Se levantó temprano, fue al baño, tomó el cepillo de dientes y, cuando vio al espejo no estaba su reflejo, sólo encontró una nota que decía; Hasta aquí llegó lo nuestro.

domingo, 18 de octubre de 2009

Amor de potrero

Fotografía: Horn SKY KITE http://www.flickr.com/photos/mountain_ear/152952861/

a S.D.
Cuando la Vaca Mariposa se fue con su terné, el toro se percató de los cuernos y ni bramó.

martes, 6 de octubre de 2009

Astilla de otro palo



Una tarde cuando llegaba de la filmación de Jurasic Park 4, Tyrannosaurus Rex vio salir a su hijo Barney agarrado de la mano con Tinky Winky, comprendió que los rumores eran una realidad.

domingo, 27 de septiembre de 2009

El triunfo de Válcav

Fotografía: Desnudo: cadenas 02 MELINA BERNASCONI

Cuarenta grados la temperatura ambiente, lleno total y quince mil espectadores ansiosos colmaban la Monumental de Maracaibo, la escena estaba servida. Las cámaras de televisión capturaban imágenes del público que asistía al programa televisivo para otorgar el premio La Orquídea de Oro.

El popular animador del programa maratónico de los sábados que se transmitía por televisión, Amador Bendayán, era un experto en lograr la tensión ideal en la masa. Su baja estatura contrastaba con la capacidad de transmitir emociones a los presentes y a la audiencia televisiva. Se escuchó una música que hacía cortina de suspenso al espectáculo, las luces bajaron su intensidad. El público aplaudía y gritaba, fue cuando Amador señaló hacia las bambalinas y anunció:

―En una prueba que reta los límites físicos del ser humano, se presenta, por primera vez en América y, especialmente en esta tierra de sol marabino, en exclusiva, el acto de escapismo más peligroso del siglo.

Hizo una pausa

―Con ustedes― suspenso
¡El graaan… Václav!

El centro de atención de los espectadores y de las cámaras de televisión se posó sobre un hombre alto y delgado, tomado de la mano con una llamativa mujer pelirroja. Un haz de luz blanca proyectaba el reflector que seguía sus pasos hasta el Ataúd de Neptuno; un paralelepípedo de gruesos cristales reforzados en sus esquinas con fuertes ángulos de hierro y remaches. Estaba lleno de agua con un sutil matiz verdoso por el efecto de la iluminación en el escenario. Al lado del ataúd, una silla plomiza mostraba su herrumbre. En su base, pesados eslabones formaban gruesas y largas cadenas enrolladas como serpientes.

Los aplausos no se hicieron esperar. En un rápido movimiento giró su capa de seda con ribetes dorados, al vuelo, lanzándola a los brazos de su compañera y, sin pronunciar palabra y de manera pausada se sentó en la pesada silla. Bocanadas de espesa neblina artificial invadieron el escenario, el musicalizador dio salida al sonido y la música se suspenso comenzó a escucharse. El camarógrafo dirigío el lente al rostro abstraído de Václav en un primerísimo primer plano. El azul de sus ojos era inyectado por el foco del reflector, y sus pensamientos comenzaron a serpenter por el halo de luz que flotaba sobre el escenario.

El día estaba nublado, la llovizna serena, la corriente plateada del Moldava difuminaba el reflejo de los cisnes en el agua cristalina. Por las calles empedradas sobretodos negros amparados por paraguas, deambulaban sobre aligerados pasos que determinaban sus destinos, así es Praga en Octubre. Václav, sentado con su pipa en la mano, perdía la mirada en los transeúntes, protegido por el vidrio que guardaba el calor de la cervecería y le devolvía el vago reflejo de su otro yo maniatado, amordazado. Un yo que se soñaba en tierras calientes, iluminadas, impregnadas de colores del Caribe. Esa noche de debut tenía una cita con el público en el Stavoské Divadlo, la boletería se había agotado desde el mismo lunes que salieron en venta. Presentaba su nuevo acto de escapismo, su última invención. El Ataúd de Neptuno.

Drahoslava, su esposa, se había convertido en la más ferviente y asfixiante admiradora. Los celos enfermizos la conducían a regular todas las acciones de Václav, al punto de convertirse en su asistente de oficina, de escena, y tutora de su vida.

—Llegas tarde, no me has llamado desde esta mañana. Llamó Andrej, el teatro está a reventar y tú perdido, bebiendo —expresó Drahoslava clavándole sus exorbitados ojos y moviendo su cabeza que hacía estremecer la ensortijada cabellera.

Václav dio unos pasos, se acercó a la ventana y con la mano limpió el frío sudor del vidrio.

—El presente se vive una sola vez, hay que tomarse el tiempo para observarlo, disfrutarlo— dijo con voz pausada.

Para él era más fácil convivir con el peligro que acostumbrarse a un amor dominante e invasivo. No temía que su audacia lo llevara a un desenlace fatal porque, la verdadera muerte era la ausencia de la fuerza para la transformación.

Tomó picadura de la petaca, la metió en la pipa y la apretó ligeramente con su dedo meñique. Así se sentía, oprimido, asfixiado, en espera del fuego que liberara su esencia. Inhaló unas bocanadas y el fuego se avivó, el humo espeso y su aroma teñida de pálido gris desbordó la habitación. Se convirtió aquella exhalación en un suspiro que expresaba su vehemente deseo.

Volvió a exhalar una bocanada de humo y con sentimiento de amor cansado y acostumbrado hastío en la mirada le dijo:

— Me verás desaparecer, me verás desaparecer…

—Imposible, escapas, no desapareces, y necesitas de mi —le contestó con la seguridad que le daban veintitrés años de sociedad afectiva y laboral.

La función fue un éxito. Los diarios de Praga hacían mención en sus primeras páginas del escape. Václav se había convertido en un ícono del escapismo.

Luego de una breve gira por Europa y tras el éxito obtenido, su agente, Andrejv, recibió la llamada de una planta televisiva venezolana, para presentar el espectáculo en un programa maratónico, Sábado Sensacional, era la oportunidad de visitar el Caribe tan deseado.

Drahoslava le movió con fuerza la cabeza a Václav, retiró su mirada del reflector y se hizo presente. Un voluntario del público le puso cinta adhesiva de plomo en los ojos y boca, sólo dejó libre las cavidades nasales de su nariz aguileña. Con la seguridad que le daba estar en su dominio, su esposa y un segundo voluntario del público entorcharon las cadenas alrededor de pecho y brazos, atando los muslos y pantorrillas a la silla. Las manos a su espalda y pies fueron esposadas, envueltas en telas y amarradas con dobles nudos. Ocho candados aseguraban la inmovilidad de su rehén. Esta escena la disfrutaba Drahoslava con una sonrisa sardónica. Una vez atado, lo izaron para sumergirlo en el estanque transparente. El agua se rebosaba a borbotones, bañaba el escenario mientras cubría sus piernas, abdomen y pecho. En el justo momento antes que su cabeza se hundiera, hinchó su pecho con una profunda inhalación. La imagen aumentada a través de los cristales mostraba los cabellos amarillos en ondas de esperanzas que se movían en el agua. Una plancha de acero con cuatro pasadores cerraban el ataúd, sobre ella derramaron un líquido inflamable al que prendieron fuego. Inmediatamente Drahoslava corrió los paneles negros alrededor del prisma. Seis minutos era el tiempo acordado para intervenir en caso de no salir al escenario el escapista.

La respiración comprimida del público se solapaba con la apnea de Václav. El fondo musical acentuaba un halo de suspenso. El tiempo lo marcaba un gran reloj blanco de minutero y segundero negros. Dos…, tres minutos. Las cámaras de televisión transmitían en vivo todos los ángulos la escena del fúnebre ataúd. Cuatro…, cinco minutos, la tensión de Amador Bendayán no era comparable a la expresada por Drahoslava. Nunca habían llegado a este punto. Acercó una masa de hierro y dispuso la escalera a un costado del ataúd de cristal. Otros asistentes hicieron lo mismo. Para Drahoslava el minutero marcó el fatídico seis y violentamente corrió el paraban para ir en auxilio de su esposo. Los asistentes aplacaron el fuego con los extintores. Al disiparse la nube de nieve carbónica la multitud escindía el espeso silencio con un repentino y afilado grito de histeria y aplausos. Para ella, sus ojos acostumbrados al habitual resultado no daban fe de lo que veía. Pétrea, confundida y entre dientes se dijo:

— ¡Desapareciste desgraciado, desapareciste!

En el cristal, escrito con lápiz labial decía:

—Te dejo este presente; las cadenas.

El público aplaudía enloquecido, pedía al jurado del evento el mayor reconocimiento, de manera reiterada en delirante coro gritaban; or-qui-dea, or-qui-dea, or-qui-dea… Amador ante la confusión de no ver aparecer el escapista en el escenario y ante la incertidumbre de sus colaboradres, despedía a publicidad con un dinámico; ¡Y yaaaa… regresamos!

Tres semanas después de denuncias, interrogatorios en la delegación policial, Drahoslava regreso a Praga acompañada de su indignación. Nunca más se supo de Václav.

Hubo sólo un comentario de Andrej a los periodistas antes de tomar el avión.

—Es demasiada tentación usar camisas floreadas, tomar daiquiri, sentir el sol del Caribe y el roce de una piel color caramelo.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Pequeño temor


Si había algo a lo que el Corsario pata de palo Fraçois Le Clerc le tenía pavor, era a la termitas.

lunes, 31 de agosto de 2009

Embarazo divino

Fotografía: Ludmina embarazada http://www.flickr.com/photos/flozart/383852664/


En Belén María descansaba de sus labores bajo la sombra de un olivo, Esther, su amiga le dijo:

―María ese embarazo te ha caído de lo mejor, te ves bellísima, mira que cutis tan lozano tienes.

María con expresión de tedio de soslayo la miró a los ojos, a lo que respondió:

― ¿Tú crees?

― ¡Claro! mírate al espejo mujer, ese hijo debe de ser de un dios.

― Ni tanto.

sábado, 22 de agosto de 2009

El intrépido vengador

Fotografía: Ready for action, de JASPED SCHWARTZ http://www.flickr.com/photos/29089162@N02/3426676726/

Robert era un guerrero de nacimiento, se asía a las tetas de su mamá y luchaba con ellas cuerpo a cuerpo hasta extraerle la última gota de leche. No gateaba, se movía de un lado a otro con el pecho a tierra. De niño no tuvo piedad al meter al conejo de su hermana en el microondas y darle diez minutos de cocción. Una vez en el transporte escolar le dijo a Bartley, su compañero de clase, que pronunciara su nombre con la boca abierta, cuando lo hizo, una mariposa negra le introdujo en ella. Coleccionaba películas de Bruce Willis, Sylvester Stallone, Arnold Scharzenegger, Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Steve Austin y otros duros. Dislocó brazos, varias clavículas y pantorrillas quebró jugando futbol americano en la liga universitaria. Días después del ataque a las Torres Gemelas en New York, se ofreció como voluntario a la Armada para cortarle el cuello a Osama Bin Laden. A los ocho meses retornó a casa con su impecable uniforme y un esparadrapo en la cabeza, en muletas, sin una pierna, el ojo derecho vaciado, cuatro dientes menos, siete heridas de bala en el cuerpo y una cicatriz desde la oreja hasta la garganta.

La madre lo abrazó y le dijo:

― ¡Hijo, que te han hecho!

―Háblame fuerte por el oído derecho que por el izquierdo no te escucho ―le dijo con voz gangosa.

― ¿Cómo te sientes?

A lo que respondió.

―Este trabajo me tiene molido.

domingo, 16 de agosto de 2009

Desvelo ciego

Fotografía: Queima de estoque. CASSANDRA MELLO http://www.flickr.com/photos/cassandramello/508095682/

Cuando su actitud despertó del sueño contumaz, hacía días que ella se había marchado.

El largo estoque de plateada culpa, punzante, lento se abrió paso en su pecho saturado de remordimiento.

Nunca más volvió a soñar, nunca más volvió a ver, nunca más…

jueves, 30 de julio de 2009

Alma fragmentada

Fotografía: Muñecas. BELEN FUNES. http://www.flickr.com/photos/40963159@N00/550958579/


Marieta coleccionaba muñecas.

En las tardes a su regreso del preescolar les daba vida en sus juegos.

Ayer en la madrugada de luna nueva, su madre escuchó pasos y risas en el cuarto de la niña.

Con sigilo abrió la oscuridad del dormitorio.

Al encender la luz vio a Marieta acostada en su cama; estaba rígida, vestida de trapos, con los ojos de estambre y su cabello de nylon recogido con un lazo rosa.

Las muñecas desnudas la rodeaban, enfilaron sus miradas huecas hacia la puerta y gritaron al unísono:

¡Mamá!

miércoles, 8 de julio de 2009

Trascender

Imagen: Muerte de Michael Jackson por ARCHTRON http://www.flickr.com/photos/51307573@N00/3665858382/

Una vez declarado muerto , revivió.

miércoles, 1 de julio de 2009

Protector de recuerdos

Fotografía: Pícaro de FRANCISCO PEREIRA. panchoper@gmail.com

Francisco Javier amaneció con la garganta roja, le dolía al tragar, estornudaba de forma consecutiva y tenía una tos que comenzaba a ser ronca; preocupada me lo dijo su mamá por teléfono, porque cuando un hijo se enferma se nos asola el corazón. Me vi de niño y recordé a papá decir ―con el mar se va la gripe―. Busqué a Francisco y al día siguiente nos fuimos para la playa, salimos muy temprano, a las ocho de la mañana ya estábamos con las toallas bajo el paraguas y con dos sillas tumbonas frente al mar.

Norma número uno cuando se va con un hijo a la playa; untarlo de protector solar hasta por la planta de los pies. Apreté el envase plástico, la crema blanca, espesa, corrió por su espalda, mis manos la esparcieron por su torso, con delicadeza en las mejillas y en la punta de la nariz. Una vez untado su cuerpo, la carrera al mar y un grito de alegría no se hizo esperar, y de un impulso se zambulló.

El día transcurre, las risas de Francisco y su voz potente compiten con el sonido rítmico de las olas que una tras otra, entre silencios, me llenaron los espacios de recuerdos. Percibí el olor a salitre que me transportó a la carretera costanera vía a Camurí Grande. Los colores brillantes de los salvavidas y pelotas plásticas guindando en los cordeles a la entrada del pueblo de Naiguatá. El flotador de anime que parecía una bombona de oxigeno en la espalda y me convertía en Mike Nelson el “Investigador Submarino” en las piscinas del Club. Por instantes paladeé la textura arterciopelada de las uvas de playa, con ese sabor extraño, entre dulce y salobre; fueron muchas las uvas que recogí, como papá me enseñó; en un cono hecho con las hojas redondas y carnosas del mismo árbol.

―Señor, desea algo para tomar ―dijo un moreno alto, rasgando sin el menor desparpajo mis recuerdos.

Miré a sus ojos y su breve sonrisa, para luego decirle:

―Una cerveza y una Coca Cola, por favor.

El sol revienta en las crestas de las olas y Francisco las lucha, las domina, las remonta sin dejar una. Perfiladas se acercan a la costa y entre onda y onda el cuerpo de Francisco se desdibuja en el agua verdosa. Corrió una ola, al llegar a la orilla me miró, y pulgar arriba aprobó su hazaña. Lento vino hacia mí y me dijo:

―Papi, más protector.

Se lo apliqué en la espalda, recordé las manos rudas de mi papá estrujando mi rostro, olí el Coppertone.

― ¿Cómo te sientes?

Volvió a mostrarme su pulgar apuntando al cielo, tomo un sorbo de refresco y con el ímpetu inocente de los ocho años, a la carrera de nuevo irrumpió en el mar.

Los faralaos de la sombrilla se baten al viento. Mis pies hurgan la arena fría bajo la sombra, remuevo millares de diminutas rocas. ¿Cuántas huellas han transitado sobre esta arena? ¿Cuántos secretos dormidos? Arena cómplice de amantes, de risas, sepulcro de inocentes, ruinas de logros. Arena tallada en castillos de fantasía con fosos atestados de cocodrilos, cavernas de monstruos marinos y túneles que seguían la ruta de Arne Saknussemm. Trocitos del universo que alguna vez se incrustaron en mis ojos, entre angustia y llanto.

― ¡Papi, vamos a jugar en la arena! pero ponme protector―me dijo con sus ojos pícaros.

No hacía falta más protector, la luz no insolaba. La tarde doblegaba los rayos del sol. Me acuclillé en la orilla de la playa, él y yo fuimos uno. Reconstruimos el castillo ahora de su infancia, con gruesas murallas y almenas, cuatro atalayas, un patio de armas y el gran foso. A sus alrededores un bosque de pinos que hicimos empuñando arena liquida dejando deslizarla poco a poco entre los dedos. Nos vimos, nos reflejamos, nos revolcamos en la arena, fuimos parte de ella.

Las horas pasaron, el mar lavó el castillo, la arena se enfrió, la oscuridad del firmamento extendió sus brazos sobre el mar y con la noche regresamos exhaustos a la ciudad.

A los dos días llamé a Francisco Javier por teléfono.

―Hola hijo, ¿cómo estás, como te sientes?

―Me siento bien papi ya no tengo gripe, pero ahora se me están pelando los cachetes.

sábado, 20 de junio de 2009

Fragancia perpetua

Fotografía: Las Flores de Julián de FANCISCO PEREIRA. panchoper@gmail.com


¡Donde hay flores hay vida! así decía Julián. Él disfrutaba de sus aromas y colores. Todos los viernes llevaba espigadas gladiolas y nardos a la casa, las ponía en el florero, en la mesa de centro para decorar el salón.

Miguelina, su mujer, le gritaba.

―¡Julián por Dios, hasta cuándo traes esas flores que huelen a muerto!

Desde hace tres años, Julián, los fines de semana, después que se marchan las visitas, sale en el frío silencio de la noche a buscar sus flores; de una en una las roba a sus vecinos y, entre crisantemos, caléndulas y el verdor de la grama las disfruta en paz.

domingo, 14 de junio de 2009

Transgresor de sueños

Fotografía: ¿Y tú, porqué le aguantas? FERRAN http://www.flickr.com/photos/ferran-jorda/983372791/in/set-72157601391270125/


Mariela estuvo a punto de morir. Los golpes inclementes de Camilo, su compañero, habían embestido con fiereza su cuerpo frágil.

Siete años fue la sentencia, Camilo cumplió su condena y Mariela rehizo su vida.

Anoche, en el barrio, vieron a Camilo rondar el rancho de Mariela.

En la madrugada, a luz de farol y linterna, entre los restos humeantes, calcinados, la encontraron.

Murió abrasada, abrazada a su amante.

domingo, 7 de junio de 2009

Estertor

Fotografía: Escalera de FRANCISCO PEREIRA. panchoper@gmail.com


Huye en búsqueda de la luz, acelera el paso. El pulso golpea el pecho y redobla en las sienes. Cientos de abejas zumban en sus oídos. Inclina el torso y sus manos se apoyaron en las rodillas, el peso descansa en sus brazos. Se atreve a mirar hacia atrás, de soslayo, sabía que era la presa de su carcelero sin rostro.

Corre por un mundo ignoto. Las hojas vencidas crujen a su paso. Se detiene jadeante y mira el río que marca la frontera. Sincopado sigue el viaje inalterable por su cauce, sosegado e indetenible en un recorrido de ley, sin retorno. Los troncos de los árboles robustos hunden sus raíces y se asen al fondo lodoso de la ribera conectando la tierra con lo infinito. En la bruma espesa, onírica, en medio de la selva plateada, sus ojos se asomaron en su rostro. Entre los bejucos ve un túnel, una escalinata, un destino desconocido.

Piensa en quedar atrapado a merced de su carcelero o subir los peldaños y perecer en la luz para retornar.

Era hora de decidir.

domingo, 31 de mayo de 2009

El ausente


Fotografía: '¡Cumpleaños Feliz! MELODIA
En el centro de la mesa las velas coronan el pastel.
Sus luces rehílan en los rostros de quienes las rodean.
El aliento profundo en un soplido las sacude; tiemblan, se rinden, y al salón lo invade la penumbra.

Vítores, aplausos…

Fue cuando me di cuenta que yo no estaba alli.

domingo, 17 de mayo de 2009

Pálido

Fotografía: BOMBILLO. José Daniel. http://www.flickr.com/photos/josedaniel/2676540785/


Las barras del pensamiento hurtan su libertad. Acostado, sin parpadear mira fijo el bombillo. Sus pupilas lanzan frases grises que revolotean en el filamento incandescente. Las palabras en su mente le queman y sus sombras como eco permanecen.

Se montó en el taburete. Los dedos sudorosos dando saltos giraron el bombillo.

No hay más luz, todo es sombra. Pensó.

Se escuchó un grito.

Ahora es la oscuridad quien lo ataca.