miércoles, 25 de junio de 2008

Madrugada sedienta

Fotografía: Caminante. FRANCISCO PEREIRA panchoper@gmail.com

Los cordeles de la carpa se tensan, resisten la fuerte brisa que arrastra un olor a tierra mojada. En la oscuridad, los árboles agitan sus ramas y desprenden hojas que caen con las primeras gotas. Mañana la caminata será larga, monótona, el llano es inclemente en esta época del año. Los parpados con el peso del cansancio de la jornada se mueven pausados, me adentro en el “sleeping bag”. Apoyo mi cabeza sobre el brazo, el repique de las gotas en la tela son un canto de cuna. -Ahora no puedo hacerte el amor mi Valentina.-

Los retos exigen sobreponer debilidades, la cuesta severa ofrece resistencia, el sol infame punza mi rostro, la mochila castiga la espalda, las piernas rehílan en cada ascenso. Reflejos brillantes toman por asalto mi frente, surcan las mejillas y humedecen mis labios angustiados. No sé cuanto hace que bebí el último sorbo de agua. Dejo atrás una línea perfecta que limita lo humano de lo divino, la mente no conoce convenciones de tiempo; minutos pueden ser horas. La lengua áspera, rugosa; la saliva gruesa, escasa, empegosta el paladar, mi garganta rasga la respiración. La humedad de mi piel moja la franela; está más oscura, salada. Me detengo; en la tierra seca las hormigas mantienen su línea. Mis gotas de sudor caen como cristales y estallan, rompen su orden. Alzo la cabeza, me mira, estoy con él, a solas, me reencuentro con mi yo, con ese otro que me cuestiona, acusa, ese antagónico que culpa desde la infancia con golpes en el pecho toda decisión, toda acción.

Los árboles sin hojas han elevado su altura, me hago pequeño, sin embargo mi sombra resplandece y los cubre, es un espejo que muestra los recovecos del ser que habita en mi interior. Inmerso en el despiadado calor, el ardor de la ampolla en el talón marca el paso sobre las hojas desvencijadas. Hurgo con la lengua mis encías en búsqueda de una gota de saliva.

Avisto un tejado, advierto la posibilidad de encontrar agua, desentierro mi voluntad, me acerco. La casa con paredes de piedras tiene la puerta abierta. Ya en el umbral, con voz jadeante pido agua.

Unas manos ásperas, fuertes, me toman por el cuello, tapan mi boca; siento la humedad en sus palmas. Con violencia me arrojan al suelo y mi rostro se empapa de un líquido tibio, pastoso, que mana de una herida profunda en la garganta de una mujer, ¡es mi Valentina! sus ojos vítreos miran las vigas del techo.

Me asfixio, el líquido penetra por mi nariz, unge mis labios ansiosos, las papilas escrutan el sabor ferroso y exhalo un sonido hueco, no sé si de dolor o morboso placer. La presión en el cuello se hinca contra el piso, ya no padezco, experimento el goce de beber, beber y beber. En un instante retorno a mis sentidos; la humedad de la tierra invade mi espalda. Los troncos convergen en perspectiva al cielo, sus abanicos verdes filtran haces de luz que se posan detrás de las siluetas de dos hombres que derraman sus cantimploras en mi rostro.

Las pupilas dilatadas, angustiadas, se adecuan a la oscuridad. El corazón presiona mi esternón, la respiración es violenta, rápida. La carpa se ha roto y la lluvia me moja. Son las tres de la madrugada; debo moverme rápido. Se ha filtrado en el bosque la luz de un rayo que me indica que la tormenta no amainará.

sábado, 14 de junio de 2008

Entre la tiza y la pared

Fotografía: CRB002651. ROBERTO D ANGELO http://www.flickr.com/photos/roberdan/64881684/

Llevo el peso de su mirada a mis espaldas, la pregunta suplicante rompe en el acantilado de mis sentimientos. El resultado positivo de compatibilidad en la prueba médica, tomar una decisión que evado, hacen el tiempo pesado. Mi punto de vista, suspendido, domina el salón en todas sus direcciones. Este espacio es diferente al de semanas atrás. Ojos en blanco y negro, enmarcados, colgados en las paredes posan sobre mí sus miradas agudas, vigilantes, pendientes de una respuesta. ¿Por qué he de desafiar mi naturaleza humana?

Tengo que ir al mercado, la nevera está vacía, para mañana no hay nada con que hacer almuerzo.
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Esta mesa de madera es simétrica, dieciocho sillas la bordean, hay armonía, equilibrio ¿Por qué he de perder mi simetría? Ella es la perfección de lo humano y lo divino. Estos seis planos que me rodean me comprimen y un globo inflado en el pecho ahoga mis pensamientos, mi vida. Volteo a mi izquierda y allí está el pizarrón blanco, lo recuerdo a él, mi amigo, en el colegio, parado frente a la superficie verde, cansada, con la tiza en la mano haciendo un ejercicio de simetría matemática:

1x8+1=9
12x8+2=98
123x8+3=987
1234x8+4=9876
12345x8+5=98765
123456x8+6=987654
1234567x8+7=9876543
12345678x8+8=98765432
123456789 x 8+9=987654321
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Miro al techo en busca de alivio, mitigando mi duda. Las luces blancas, de neón, ondulan en frecuencias idénticas, complementarias una de la otra, se necesitan. Mi cuerpo es un conjunto perfecto creado por el universo. ¿Tengo la potestad de mutilarlo?, ¿me dolerá?, ¿podré vivir en paz sin parte de el?

Mañana voy a buscar a Vinicio José, le prometí llevarlo al cine. Está grande, como ha crecido, que bello.

Oigo al ponente, pausado, lento. ¿Será tan elemental como quitar la pantalla de proyección de esta sala, o retirar la alfombra gris del piso? Seguro sería más frio el salón, helaría hasta los huesos. Frio como el quirófano. ¿Orinaré más o menos?, ¿Ámbar o más claro?
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Quiero tomarme un café.

Escucho un sonido encajonado en la esquina, tocan la puerta de madera. Se abre y un hombre de mediana estatura, nos avisa; Son las nueve, estamos cerrando.

Podría alargar su vida, suprimir su dolor, ser un Dios.
.
Tengo que echar gasolina y ya es tarde.

Salgo de último, pulso el interruptor de la luz. El salón quedó a oscuras, mañana será otro día.

miércoles, 4 de junio de 2008

¡FELIZ CUMPLEAÑOS!

Fotografía 1-28-08 Happy Birthday to Me! ENNIFERJ8 http://www.flickr.com/photos/enniferj8/2227030644/


Sentado en la azotea del edificio, una brisa fría caló en sus huesos como sus recuerdos. Las estrellas se confundían con las incandescentes luces de la agitada ciudad. En el suelo, frente a él, formando un círculo, dispuso los envases con los productos necesarios para hacer la torta de cumpleaños. Formaba parte de su rito, impregnar aquella materia prima de la luz cósmica que procedía del universo. Allí permaneció inmóvil, con los ojos semi cerrados; los pensamientos se fueron alejando, difuminando lento, por un espacio de tiempo que no reconoció hasta sentir en su rostro el despuntar del alba.

Las tortas de cumpleaños que hacía Oscar tenían la propiedad de hacer cumplir los deseos a quien las recibía de sus manos, eran mágicas. Ese 4 de Junio reglaría una que cumpliera su cometido y a su vez le devolviera a él lo perdido.

Ana Cristina y él eran vecinos, sus dormitorios coincidían en la verticalidad a tres pisos de distancia. En los dos cumpleaños que duró su relación, nunca se le ocurrió obsequiarle un pastel, a pesar que durante ese tiempo, sin condición se entregaran la vida y sus cuerpos en veladas delirantes.

En la mañana, introdujo en el recipiente de la batidora los productos en el orden que le exigía la receta. Concentrado en el monótono sonido, fluían de él oníricas cintas de colores impregnadas de imágenes y deseos que se mezclaban en el torbellino cremoso, achocolatado.

La horneó, la decoró.

Bajó tres pisos. Tocó el timbre. El visor de la puerta perdió su luz. Ana Cristina le abrió.

-Hola, este es un día especial- le dijo con un gesto de ofrenda en sus brazos.

-Todos los días son espaciales- con desdén ella respondió.
-¡Feliz cumpleaños!, para ti.

Con una sonrisa obligada, descolgada, le dio las gracias.

Al día siguiente, esa mañana se encontraron en el ascensor. Un aroma dulce le embriagó. El espejo la reflejaba; vestía de colores, el cabello rojizo brillaba sobre sus hombros, las comisuras de sus labios dibujaban en su rostro una ilusión y sus pupilas chispeaban de júbilo. Un fulgor llamó su atención, bajó la mirada y observó su mano blanca, la recordó rozando sus mejillas, sus labios; en su dedo, un anillo de compromiso.

Oscar salía rumbo a New York. Esa mañana la vio como una vez la conoció. Ella cumplió su deseo y él había recuperado el sentido de la vida.







martes, 27 de mayo de 2008

Boda de oro

Fotografía: Boda de Luis y Olga.

A Luis y Olga, mis padres.

Sentados en el sofá, con la mirada huida sobre la fotografía, recuerdan como si fuera ayer el momento que sus labios jóvenes, convencidos, sin vacilación alguna se dijeran sí, esa afirmación que se pronuncia ante Dios y se tiene como testigos a los hombres. Doblaron las campanas y el tañido del bronce los cobijó en la iglesia de El Valle en Caracas. Así, desde la noche del 31 de mayo de 1958 unieron sus vidas en un solo compromiso, amarse.

Desde entonces sus vidas como sus manos permanecen enlazadas, juntas, aliadas, cómplices de de secretos, caricias, intimidades. Palma contra palma, dedos entre dedos, pulso sobre pulso.

Han pasado cinco décadas de un compromiso fundado en respeto, generosidad, alegría, optimismo, justicia, responsabilidad y lealtad. Una vida ejemplarizante llena de valores cosechados en el tiempo, en sus posteriores generaciones; tres hijos y cinco nietos

Aún perdura en sus almas esa ilusión de juventud porque se entienden, se declaran, se nutren, se perdonan, se respetan, se necesitan, se extrañan, se quieren, se apoyan, se cuidan, se complacen, se guían, se comprenden, se admiran, se embrujan, se buscan, se encuentran, se seducen, se conquistan, se besan, se desean, se acarician , se sueñan, se sienten, se acompañan, se conocen, se miran, se tocan, se huelen, se hablan, se escuchan, se piensan, se observan, se callan, se perdonan, se consuelan, se pertenecen, se consideran, se descubren, se entregan, se agradecen, se fortalecen, se anhelan, se inventan, se construyen, se ríen, se saludan, se siguen, se asumen, se protegen, se prometen, se requieren, se prefieren, se extrañan, en definitiva; se aman.

Hoy sus movimientos son pausados, los pensamientos miradas, las palabras llenan vacios. Sus sonrisas colgadas muestran la alegría del deber cumplido. Amalgamados en el crisol del amor, son un ejemplo, norte y guía de una aventura que se llama vivir.
Sentados en el sofá, un suspiro en blanco y negro resume toda una vida de colores.

domingo, 11 de mayo de 2008

Pasado recurrente

Fotografía: Francisco Javier en azul y rojo. FRANCISCO PEREIRA panchoper@gmail.com


Cerrar puertas se había convertido para Esteban en todo un dolor de cabeza. El movimiento lento de ellas y el golpe de la cerradura al batirla contra el marco retumbaba en su inconsciente. Cruzar el umbral de dos metros diez de alto y dejar atrás o enfrentar un nuevo espacio, o suceso, le generaba temores. Empuñar el pomo, empujar o halar, trancar, dar por concluido un episodio incómodo causaba en él palpitaciones que le oprimían el pecho. Cerrar la reja del preescolar sería un recuerdo que perduraría en él durante toda su vida.

Como todas las mañanas los párpados de Esteban anidaron los dulces labios de su madre. Las tibias manos se posaron por sus mejillas y los dedos se enraizaron en el cabello con una caricia. Había que alistarse para ir al preescolar.

Un grueso e impecable bluyín con un doblez como ruedo y la camisa de un blanco impoluto ponía de manifiesto la dedicación de su madre. Trenzó sus negros zapatos. Tomó el bulto de plástico marrón con las letras A, B y C impresas en colores, introdujo el silabario, los creyones de cera, un cuaderno de rayas y un block para dibujo. Con un beso en la frente lo despidió de manos de su padre.

El jardín del preescolar se le hacía extenso. El césped verde era interrumpido por losetas de concreto que apuntaban hacia la reja negra del estacionamiento, anclada a la vetusta pared enraizada por una hiedra. Los niños gritaban, corrían de un lado a otro. Algunos sentados en la escalera que conducía a la puerta principal hablaban, canjeaban metras, las niñas hacían una ronda y saltaban la cuerda. Otros correteaban detrás de un balón que golpeó las loncheras metálicas que contenían las meriendas.

Esa mañana, la reja del preescolar había quedado abierta. Un grupo de niños decidieron cerrarla, le pidieron ayuda a Esteban. Sus manos gráciles colaboraron, impulsaron con la fuerza que sus brazos permitían. La reja cedió y empezó a moverse lentamente, peinaba las hojas de grama. Un sonido desafinó, las bisagras cedieron y la reja se desplomó, impactó el piso en un estruendo compacto. Todos los niños corrieron, huyeron asustados. Esteban permaneció allí, inmóvil, con las manos sucias, observaba la reja en el suelo.

La maestra salió al jardín y preguntó.

-¿Qué ha pasado, quién ha sido?

Todos al unísono voltearon, señalaron a Esteban. Sus manos estaban marcadas.

El jardín se torno violeta, los dibujos de los muros perdieron sus contornos, eran difusos, no hubo aire que propagara el sonido, el pecho se le oprimió, la hiedra lo envolvió en miedo, la angustia le asaltó el corazón.
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Él no lo podía creer.

En un rincón con la mirada limitada en la convergencia blanca de dos paredes, la injusticia se derramó de sus ojos en gotas cristalinas de inocencia.

martes, 6 de mayo de 2008

HECHO A MANO

Fotografía: KEKA1978 http://www.flickr.com/photos/21452613@N04/2080412111/

Incontenible era la ira de Marcos cuando llegó del taller mecánico. Se desbordaba en sus ojos, en sus gritos, es sus gestos.

—Marcos, deja la arrechera— le dije— la ira te lleva al borde de la violencia. Calmate, haz el amor y no la guerra, libera, transforma toda esa energía.

Marcos me escuchó exaltado, vafeaba, se volteó, entró al baño, cerró con fuerza la puerta. Oí caer la tapa del inodoro. Hubo silencio.

Me quité las panty.

Pasados unos minutos salió del baño, relajado, como si nada hubiere pasado.

Me miró, lo miré, ¿no me entendió?

viernes, 25 de abril de 2008

ARTRÓPODO de mente

Fotografía: Mr baygon man strikes again. RUMELO AMOR.

Encendí la luz, las vi arrastrarse, no lo soporté más, tomé el libreto telefónico, había llegado la hora de su fin.

Leía un artículo sobre los daños que ocasionaban algunos insecticidas en el sistema nervioso. No recordaba una tarde tan pausada hasta que sonó el teléfono. Lo tomó, se le resbaló de la mano y cayó en el escritorio sobre la taza de café negro.

—Fumigaciones “Mata Bicho” a la orden— Respondió de forma automática.

Escuchó atentamente la voz ansiosa que le hablaba sin parar por el auricular.

Al colgar, la alegría colgaba una sonrisa en su cara, hacía cuatro días que no concretaba ninguna fumigación.

Alzó el capó de su Volkswagen amarillo, introdujo la bombona de fumigación, el aspersor, una caja de herramientas y la mascarilla. Se apresuró a ir en auxilio de la voz desesperada.

Se puso la mascarilla, impulsó varias veces la vara de la bombona para inyectar presión y comenzó a rociar el líquido letal por todos los rincones del depósito de la basura, puertas del ascensor, pasillos, escaleras. Colocó polvo blanco en los toma corrientes, interruptores, lámparas de emergencia.

Al pasar por el pasillo del piso cinco, se percató de la presencia de innumerables chiripas en el borde de la puerta del apartamento 51 C

—Carajo aquí esto está bueno— exclamó.

Soltó la bombona, al tocar el pomo de la puerta sintió en sus dedos un pegote que cubría los reflejos del bronce. La empujó, estaba abierta, se destapó la cara para ver mejor, manifestó un leve —permiso, ¿se puede? — entró.

El apartamento estaba en penumbra: unas cortinas estampadas con flores, de tela espesa, impedían el paso de la luz. En el comedor, la mesa de caoba daba asiento en su centro a un florero de murano con gladiolas de plástico chino. Sus pupilas dilatadas se acostumbraban a poca luz. Giró la cabeza; dos sofás, anchos, gruesos, con los apoyabrazos manchados, oscuros, hacían guardia a una publicidad colgada en la pared, era la foto de una insecticida llena de perforaciones, alojaba tres dardos hincados con furia. En cada paso sigiloso sentía como la alfombra oscura se movía, le abría paso a sus botas. Llamó su atención un pequeño altar en la mesita junto al vano de una puerta que suponía era la cocina por el olor que de ella emanaba. Encendida sobre un plato una vela iluminaba tres manzanas ennegrecidas, migas de pan y un libro. Se acercó lento, pausado, sigiloso, cuando las letras se agrandaron ante sus ojos pudo leer; LA METAMORFOSIS. En ese preciso instante, en el vano, apareció un hombre alto, flaco, de rostro famélico, despeinado, con lentes negros, redondos. La barba hirsuta denotaba desaseo. En la cabeza un cintillo con dos resortes coronados en borlas de estambre oscilaban. Sus ojos no daban crédito a lo que veía. Una coraza hecha en cartón le cubría la espalda, de los bordes surgían cuatro articulaciones en tela. Las piernas huesudas, cubiertas por medias panti negras, acentuaban la protuberancia de su sexo.

—Buenas tardes, bienvenido, soy Gregorio Samsa— Con voz chillona dijo, moviendo su cabeza y haciendo bailar las antenas.Tuvo que contener la carcajada, se le alojó en la garganta.

—No se extrañe amigo, acaso no existe el hombre araña, el hombre murciélago, el avispón verde, el pingüino, pues yo soy el hombre artrópodo.

—Sí, sí… claro el hombre artrópodo— respondió.

—Usted debe ser el representante de Arthropod Studies Institue, esperábamos ansiosos su ponencia, pero nunca llegó el correo para incluirla en la convención anual. Pero no se preocupe que le daremos cabida en el programa. Siéntese doctor, aquí tiene los temas que comenzaremos a tratar a partir de hoy en la noche.Tomó el programa, se dirigió hacia el sofá, se percató que la alfombra oscura, tupida, eran miles de chiripas apelmazadas que le abrían paso en su caminar. Leyó.
LUNES
09:00 PM
Orientación, importancia de los puntos cardinales y referencias visuales.Reflejos.
Como esquivar pantuflas.
10:00 PM
Como agudizar la visión nocturna.Detección de pies descalzos en la oscuridad.
11:00 PM
Veneno, el polvo blanco y el polvo azul, como diferenciarlos
MARTES
09:00 PM
Banquete en el basurero (presentar invitación)
10:00 PM
Cinco segundos para desaparecer cuando se enciende una luz.
11:00 PM
Como hacerse la muerta y evitar sospechas.
MIERCOLES
9:00 PM
Aspectos importantes para seleccionar un escondite.
10:00 PM
Fundamentos para la reproducción en masa.
11:00 PM
Ejercicio práctico; Correr un metro en nueve milésimas de segundo.
JUEVES
9:00 PM
El Fumigador, enemigo número uno.
Como desaparecer a un fumigador sin dejar rastros.
11:00 PM
Clausura.

Tragó su saliva, gruesa.

—Señor Samsa tengo que salir, dejé mi ponencia en el Volkswagen, bajo a buscarla— Le dijo con voz temblorosa.

—Pero no demore doctor hay que terminar los preparativos para esta noche.
La adrenalina enjuagó sus venas, exaltado se paró, ahora con asco se abrió paso por la alfombra viva, se dirigió hacia la puerta, sólo quería salir lo más pronto de esa cueva oscura y mal oliente.

Afuera en el pasillo tomó la bombona, le inyectó aire con vehemencia hasta más no poder, se colocó la mascarilla, apuntó con el aspersor hacia el frente, la pierna derecha impulsó con fuerza la bota de goma y empujó la puerta. Roció desesperado en todos los sentidos el líquido lechoso, aguado.

El apartamento se encontraba vacío, sin cortinas, inodoro. La luz que se colaba por las ventanas se reflejaba en las blancas paredes. Su estómago se contrajo, la frente sudó frío, recogió su erguida espalda, de un tirón se quitó la máscara, soltó la bombona y salió de prisa como si hubiese visto un alma en pena, corrió por el pasillo y las escaleras sin mirar atrás.

Me habían recomendado a la fumigadora “Mata Bicho”, terminado este relato llamé y me respondieron: “La Cañería”, plomeros a domicilio, buenas tardes.

jueves, 10 de abril de 2008

Números 249

Fotografía: Paralized orgy. MARCUS HANSSON. http://www.flickr.com/photos/marcus_hansson/172676616/


Encandilaban sus pupilas el faro imprudente, mientras ella velaba el rostro entre sus crespos.

— ¿Seis Horas?

—Sí, y habitación sencilla, por favor.

—Son ciento cincuenta.

Sacó de la billetera el dinero y pagó.

—Bienvenido, su tarjeta, cabaña 249, cuarta calle a la derecha.

La ansiedad de navegar en la fogosa humedad cautiva en los apretados pantalones y su pasión por la numerología le hacían jugar con el dos y el cuatro para sumar seis, que acoplándolo con la unidad formaba el número 69. Se veía, la veía, imaginaba la escena hasta en números romanos. Transitaba por el camino de una noche inolvidable.

—Te fijas princesa, la numerología no falla — dijo con una sonrisa pícara rebosada de lujuria.

Estacionó el vehículo, con sigilo se bajaron, él tomó la botella, ella la cartera. Llegaron a la puerta. Él la miró en búsqueda de su decidida aprobación, un mohín con sus labios apretados fue la certificación. Con ánimo de complicidad introdujo la tarjeta en la cerradura, luz roja. La volvió a meter en la fina ranura, luz roja. La encajó de todas las formas sin éxito alguno. Esa no era la lucha cuerpo a cuerpo que ansiaba. —¡Puta madre! esto no me puede estar pasando a mi— decía en sus adentros.

—Pero enciende la luz — en voz baja sugirió ella.

El índice voló entre la penumbra y pulsó con seguridad.

No hubo luz, sólo un desentonado y escandaloso ring.

—¡Ese es el timbre!— entre carcajadas ella espetó.

La risa desapareció cuando en la penumbra sus ojos iluminaron la equivocación.

— ¡Esta es la 269! Tú y la numerología.

Escucharon la madera crujir, unos pasos se acercaban. Impávidos vieron como la puerta se abrió mostrando la silueta de un hombre alto, corpulento, pies descalzos y con una toalla blanca a la cintura.

—Carajo, pesamos que se habían rajado. ¡Cariño completamos la media docena, llegaron los últimos para la cita a ciegas, estamos completos!

Esa noche los números jugaron ecuaciones a la “n” potencia.

martes, 1 de abril de 2008

Opíparo

Fotofgrafía: 365days-day22 ELLIOT LANGMEAD http://www.flickr.com/photos/ejl80/333108632/

Cheo disfrutaba almorzar en casa a la hora y hacer siesta con el equipo de sonido a todo volumen escuchando reguetón, en especial, a Wisin y Yandel.

Ayer al mediodía, en platos metálicos de peltre decorados con rosas maquilladas, asentados sobre el mantel plástico gastado de cuadros azules y blancos, pausado y seguro, comió todas las preparaciones que la flaca (su esposa) había cocinado, hasta el quesillo que le envió su abuela Gumersinda saboreó.

Aprisionado por el bluyín, el abdomen prominente y lustroso solicitaba el descanso habitual. Saciado, lento, fue a dormir la siesta entre almohadas de goma espuma.


Encendió el equipo de sonido.

Track catorce, Mírala bien.

Subió el volumen, abrió los brazos y se dejó caer boca arriba en el colchón.

Nunca más se despertó.

Y lo peor… aún los médicos desconocen la causa de su muerte.



miércoles, 26 de marzo de 2008

Determinación húmeda

Fotografía: Swamp TV. JAMES GOOD. http://www.flickr.com/photos/jamesgood/363013819/

Inclemente ha sido la lluvia, sopla la brisa fría desde las colinas, desnuda los árboles, no mejora el tiempo, las aguas suben el nivel sin aviso ni respeto, la corriente empuja las decisiones.

<< ¡Carajo perdemos toda una vida! tengo que asumir prioridades, ¿a quién salvo primero? >>

—Sonia, amor, ya vengo, resiste, busco a SONY y vuelvo por ti.

— ¡Y no pierdas el control!

lunes, 17 de marzo de 2008

Castillo de Viernes Santo

Fotografía: Construyendo castillos de arena. IGNACIO BARANDALLA http://www.flickr.com/photos/barandalla/240920758/

Un avión era el brazo de Jonás, como esos que se ven en ascenso vertiginoso al llegar a Maiquetía. Lo extendía, rozaba su axila con el borde de la ventana del automóvil, lo hacía subir y bajar impulsado por la velocidad. Su mano ondeaba, jugaba con el horizonte del Caribe que se descubría maravilloso ante sus ojos. El calor húmedo comenzaba abrillantar la piel.

—¡El mar…el mar, mira el mar! — exultante gritaba, brincando en el asiento.

Para disfrutar el asueto, como era costumbre, la familia de Jonás se trasladaba a la “casa de la playa”, como la llamaban, a unos minutos del pueblo de Naiguatá. Cincuenta metros de arena y olor a salitre que trae la brisa marina la separaban de la orilla.

Pero si algo respetaba y hacia cumplir la mamá de Jonás eran las tradiciones de la Semana Santa, entre ellas, no bañarse en el mar el Viernes Santo porque quien lo hiciera se convertiría en pez.

Ese viernes en la terraza de la casa se escuchaba por la radio el sermón de las Siete Palabras. Jonás había volado en la hamaca, tocado el arpa que formaban sus tensas cuerdas, chuteado la pelota inflable de colores. En el patio, con una rama seca hurgó los huequitos en la arena para sacar cangrejos. Bajo la sombra de un árbol de uvas de playa en la cancha de bolas criollas, jugó con sus carritos en las carreteras de tierra. Apedreó el gato que sigiloso deambulaba por el basurero.

El día transcurría con un sol de marzo y un cielo que reventaba de azul. Jonás sentado en el descanso de la escalera miró a su izquierda una bandada de pelícanos, se desplazaban con un vuelo lento, suave, en formación. Abrió sus brazos, inconsciente los agitó. Su mirada los siguió hasta perderlos detrás de los espigados cocoteros. Un hombre aferrado al largo tronco, machete en mano tumbaba los pesados frutos. Cerca, tres niños corrían, se hacían al mar entre la espuma de las olas, en la seguridad que brinda la orilla. Sus morenos cuerpos brillaban y chispeaban reflejos de alegría. Se preguntó — ¿Y porqué no se convierten en pescao? —. El tintineo de las campanillas hizo que su lengua acariciara los labios y recordara la fría sensación y textura cremosa de un cono de mantecado. El heladero con su carro, sorteó la dificultad para salir de la arena, los listones de madera en el portón de la casa filtraron la silueta, luego se perdió tras el muro que protegía el tronco del almendrón, allí, tumbado entre hojas secas y raíces estaba el tobo, la pala y el rastrillo con el que construía fantasías en la arena.

La seductora llamada del mar es poderosa, más aún a esa edad en que se presentan los dientes de “paleta”. Con obstinación malcriada pidió ir a la playa para hacer castillos. Dudosa y resignada por tanta insistencia su madre aceptó.

—Eso sí, sin bañarte en el mar porque recuerda que es Viernes Santo.

Un salto de alegría. La sonrisa mostró dos hoyitos bajo sus mejillas y la simpatía de su encía. Las torneadas piernas de Jonás bajaron apresurado las escaleras, tomó el tobo, la pala y el rastrillo.

En el trayecto a la orilla de la playa, entre carreras y saltos, sus piececitos de empeine regordete, blancos, descalzos, flotaban en el calor de la arena. En las paradas, los infantiles ojos vivaces la escudriñaba con agudeza en búsqueda de caracolitos nacarados, conchas marinas blancas y piedras que el mar se había encargado de pulir y redondear sus cantos. El sonido seco del tobo se escuchaba al caer dentro cada trofeo.

El trajebaño anaranjado absorbió la humedad de la arena. Vació el tobo, colocó los caracoles y piedras a un lado. Animoso comenzó a llenarlo para formar las murallas. Atestaba el cubo una y otra vez, luego lo volteaba, le daba unos golpes, eran los baluartes. Colocó las piedrecillas y las conchas como revestimiento en los muros del castillo. El foso de los cocodrilos que lo protegía de enemigos ganaba espacio con cada extracción. Una repentina avanzada de espuma blanca tocó a las puertas del castillo. El frío se apoderó de sus nalgas y dio un salto con angustia, se retiró, vio su cuerpo, sus brazos. Recordó a su madre.

Una vez que la arena había absorbido al enemigo, su dedo índice estiró, sacó la liga del trajebaño que se ocultó entre sus nalgas, sintió el roce áspero de las piedrecillas en la delicada piel. Con la pala rehízo los muros, pausado los alisó. Incrustó más conchas. La invasión pirata dejó ristras de verdes algas que sirvieron para decorar el patio interior del castillo. De pié con la espalda descubierta, enrojecida, proyectaba la sombra del gigante que acechaba a los habitantes de su fantasía. El torreón marcaba el centro de la fortaleza, lo coronó con un pináculo de rama seca.

Sus manos comenzaron a extraer la arena del pozo para conectarlo con un túnel hacia el interior del castillo. Cauteloso, sin prisa, los deditos arrugados rasgaban las paredes poniendo a prueba la resistencia de la estructura. La sangre se le heló, el mar lamía sus tobillos, corría por los lados, invadió el interior del castillo cayó uno de los muros y el torreón se desplomó. La respiración se hizo rápida. La fría agua atacó su roja piel. Fijo la miró, no salían escamas. Recordó a su madre.

Llenó el tobo de arena y en fila fue vaciando una y otra vez su contenido para reforzar la muralla de los ataques. El mar con su vaivén acechaba. Unas manos de espuma avanzaron sin piedad, robustos puños de agua golpearon la sensible arena que se diluía. Las conchas, las piedras girando, eran arrastradas hacia el mar. El tobo, la pala y el rastrillo fueron robadas por quien decidido las llevó hacia sus dominios.

Jonás corrió tras sus juguetes. Las improntas que dejaba, al instante eran borradas por la empapada arena. Sus pies chapotearon el agua que invadía a la orilla. Recordó a su madre.

Sintió miedo. Pensó en la advertencia, en los juguetes, en el placer que sentía su cuerpo. Miraba a su alrededor, hurgó en el agua sin éxito. Una ola embravecida estalló frente a él, lo tumbó, lo revolcó. No había arriba ni abajo, un murmullo burbujeante llenaba sus oídos y sólo veía el negro de sus ojos apretados. Las manos vacilaban sin poder asirse, los pies no tenían apoyo. Su boca abrió espacio, saboreó el agua con fuerte sabor a sal. Sin contenerse inhalaba y exhalaba el oxígeno de los peces. Lo hizo varias veces y sin descanso, lento cedió la presión de sus párpados y vio como un mundo desconocido se abría ante sus ojos. Con asombro observó sus piernas y brazos, se tornaban de un color platinado brillante, reflejaba los rayos del sol que se filtraban desde la superficie. Con un movimiento brusco de cadera imprimió aceleración y observó un cardumen de peces que le seguía. El placer que brinda la libertad asaltó su cuerpo. Unos colores llamaron su atención, se sumergió a las profundidades y allí estaba el tobo, la pala y el rastrillo, al lado de extraordinarios castillos de rocas decorados con caracoles y algas.

Desde ese entonces, todos los Viernes Santo hasta el ocaso, en la playa, su mamá hace castillos de arena en espera que algún día el mar le devuelva a Jonás.


viernes, 7 de marzo de 2008

Más allá del reflejo

Fotografía: 42-16480709 PETER GREYNOLS http://www.flickr.com/photos/8019119@N04/2115784773/


En el lavamanos sucio y manchado por la gota impertinente, descargo mi orina ámbar, hedionda. Ya no quiero ni asearme, últimamente me repugna el agua, ni la bebo. Siento el pegote que genera el sudor de mi cuello. Se endurece la barba descuidada, me pica. Me desfiguro en las manchas de azogue, dividido en dos planos, como mi vida. Fijo la mirada en el reflejo, veo el rostro, detallo la pupila derecha, me sumerjo en ella y advierto con horror lo que hay dentro de mí.

Vivo para robarle hasta la esperanza a mi madre, pedir para comer y enardecer mis venas. Bostezo con aliento de asco. Los párpados pesados exponen mis purpúreos ojos vivos y dan fe de la mente muerta.

El día es para dormir, otra vez llegó la oscuridad y en ella escucho mil voces de colores que me llaman, me invitan a pasear entre las tumbas, soy la pesadilla.

¡Epa maricón!…, saludo al demacrado de la guadaña que lanzó los dados sobre el fieltro morado que cubre el ataúd. Irrumpen briosos de la plástica cortina con sus largas crines los caballos azabaches, al galope tiran de la carroza para venir a buscarme.

Hurgo en mi reflejo para ver ahora la pupila izquierda. ¿Qué es el tiempo?, para mí un segundo, un minuto o una hora es lo mismo. Da igual el día o la noche, cuando mi mente muere no existe en ella alegría, no hay paz. Sólo cuando vive por la maligna hay júbilo y bienestar. ¿Y de amores?, si, uno, por ella, por nadie más, nos amamos, nos diluimos en el placer malévolo de la complacencia que luego me lleva a un sentimiento de odio por mi mismo, de quien me río solo cuando el químico asalta desgarrando los recónditos pasadizos de mis venas. ¿Principios?, los que me llevan a la desesperación por iniciar con euforia mi rito de descenso. ¿Valores?, cualquier moneda o billete que me permita acceder a las puertas de mi infierno. ¿Sueños?, algunos y en colores. ¿Realidad?, la que me muestra este crucifijo que llevo colgado en el pecho, hablo con él y no me responde. Soy el alma que nadie quiere, todos ignoran y escupen. El destino uno lo crea no lo escoge y yo creé esta realidad infernal en que jugamos a los escondites la muerte y yo, entre cipreses, lápidas y pensamientos oscuros. Es mi mejor amiga y a veces mi retadora enemiga. Todo un excitante laberinto plagado de misterio donde se desea morir para que el cuerpo descanse en paz. Decidí hacer la felicidad fácil, rápida, instantánea pero ilusoria. Buscarla me conlleva a más infelicidad.

En esta covacha cuesta caminar. Entre latas de sardinas y cerveza, un colchón mal oliente manchado de semen, ceniceros rebosados de cigarrillos, papel de periódico y ropa sucia transcurren mis días. Hoy no amanecí bajo el puente sobre el cartón húmedo que hiela los huesos.

Cuando deambulo, en las sombras que generan los faroles de las avenidas o los neones de los lugares nocturnos se esconde mi vida. Mil bocas me juzgan, se burlan, me gritan, me insultan, me abusan. A mi madre sin tener la culpa la hacen presente en mi remordimiento, pero recojo las monedas que por lástima o para ganar indulgencias me lanzan y me mantienen muerto.

Ya no sé ni qué hora es ni qué día. Mi aura resplandece, es volátil, se desmaterializa, ¡que placer!, el reflejo de mis ojos está intacto en el espejo, me vuelvo átomos, en un haz de luz el vapor etéreo se funde en las pupilas reflejadas.

Vencida está la oscuridad, la tiniebla, todo es luz, paz, no hay sombras, ni preguntas, solo respuestas. No siento el latir de mi corazón ni el torbellino de mí angustiada sangre en las venas, no respiro, tampoco siento.

¿Dónde estoy?

Alguien me habla…

—“Toma mi mano, abre tu corazón, no te juzgues, yo te conseguí y te traje al gozo eterno, porque mi amor al hombre es infinito, te absolví de tu propia condena”

No lo podía creer, yo que tenía ganadas las flamas eternas del sufrimiento, ahora descalzo deambulo inmortal por el paraíso sempiterno.

Ja...ja...ja... nadie es perfecto y a veces, por suerte, Dios también se equivoca.

viernes, 29 de febrero de 2008

Hábito de cuero negro.

Fotografía: Vruummmm. TIAGO MULLER. http://www.flickr.com/photos/tiagomuller/111472879/


Fue el último deseo de su abuela, quien en las horas finales con las manos venosas acariciaba los cabellos de su nieta. Los ojos jóvenes, almendrados, delineados en la albura de la piel, se ahogaban en su propia miel. Las lágrimas corrían por las mejillas, surcaban un camino de no retorno.

Entre misterios y letanías, la devoción presionaba las cuentas del rosario, recuerdo de su primera comunión. Rezaba con fe por un milagro que había dado vida y ahora alejara la muerte.

Con pausa y recato caminó hacia la ventana, la abrió. La brisa del atardecer con aroma a vendimia se filtró por la ventana. Manolo le hizo una seña, ella con un mohín lo ignoró. El sol azafrán prolongó la sombra de su menudo cuerpo hasta el lecho para abrazar tanto dolor.

-¿Lo harás el 12 de octubre?, fue el día que naciste, llevas su nombre- dijo la abuela con voz agónica.

-Si abuela, con la fuerza del espíritu y el amor a Cristo me concederé a las Misioneras de Nuestra Señora del Pilar.

El 12 de octubre, día de fiesta, el dorado altar purificado en una nube de plomizo incienso, recibía los destellos solferinos y añil reflejados por los vitrales. Entre flores la imagen esperaba a Pilar para cumplir su promesa.

En la puerta de la iglesia, una "Triumph" encabritada regurgitó del escape su irreverencia. Abrazada a la cintura de Manolo y pantalón ceñido a la cadera, no perdió el hábito; sin quitarse el casco se persignó. Sonó dos palmadas en la espalda de cuero negro y siguió rumbo a disfrutar con su compañero de un claro día de otoño.

martes, 19 de febrero de 2008

¿QUÉ ES EL AMOR?

Fotografía: Rasa lilás. DIEGO F ANTONELLO
"El amor es entrega. El amor es la razón del amor. El amor es comprender. El amor es una música. Amor y corazón noble son la misma cosa. El amor es la poesía de la tristeza. El amor es cuando el alma frágil se mira al espejo. El amor es pasajero. El amor es no decir nunca lo siento. El amor es una cristalizción. El amor es dar. El amor es compartir un chicle. El amor nunca es seguro. El amor es una palabra vacía. El amor es alcanzar a Dios. El amor es un dolor. El amor es encontrarte cara a cara con el ángel. El amor son lágrimas. El amor es esperar que suene el teléfono. El amor es todo un mundo. El amor es cogerse de la mano en el cine. El amor es una borrachera. El amor es un mounstro. El amor es ceguera. El amor es oír la voz del corazón. El amor es un silencio sagrado. El amor es el tema de las canciones. El amor es bueno para la piel...

...El amor es el anhelo de abrazar a una persona con fuerza y estar en el mismo lugar que ella. El deseo de abrazarla dejando fuera al mundo entro. La nostalgia del alma de sonseguir un refugio seguro. "

Orhan Pamuk, de su libro La vida nueva

lunes, 11 de febrero de 2008

Fría mañana, calor de café

Fotografía: Café con espera. LUIS
Esa mañana un café con leche sería la clave para cerrar la puerta por donde se fugaba su vida.

Carlos y Joanna tomaron el café juntos antes de iniciar sus labores diarias en la oficina. Sentados en las frías sillas de aluminio invadidas por la sumisa luz que concede la mañana, observan los verdes revueltos que brinda el cerro el Ávila.

Joanna en cada amanecer enfrenta esa ausencia que tan profundamente siente. Con la nostalgia que invade su pensamiento, dio unas sacudidas a la bolsita que contiene el azúcar, la rasgó lentamente y derramó los blancos cristales sobre la espuma, esperó unos segundos con la mirada fija viendo como el azúcar se hundía, se diluía, la revolvió.

—Aún lo recuerdo, vive en mis días, en mis noches — dijo con voz suave, impregnada de melancolía

—Joanna, agradece lo vivido. Es pasado, nada de lo que viviste será igual en el futuro, hoy ya no son los mismos.

—Duele, duele— viéndole a los ojos dijo

—Porque has amado —con un mohín en sus labios le contestó Carlos. — ahora lo único que te queda es convertir esa miseria que sientes en victoria.

Tomó su taza, después de dar un sorbo concluyó

—La vida es tan efímera, tan volátil, tan corta como el calor de este café, así que… tómatelo antes de que se enfríe.

domingo, 3 de febrero de 2008

Soledad, deseo y seducción rubí

Fotografía: Vino Wine. BEATRIZ ORDUÑA
Impasible y fría está la noche

En la penumbra palpita un vaho floral, dulce, común

De las paredes, confidentes, emana una melodía acompañada por Lavoe

“Ha terminado otro capítulo en mi vida,
la mujer que amaba,
hoy se me fue esperando noche y día
y no se decide a volver.”

Unos pechos salvajes, sórdidos, lisonjean sus pupilas

Entre en sus dedos arden los recuerdos entorchados, inhala profundo uno a uno.

Sogas gruesas de humo amordazan la esperanza

A su lado la compañera, soledad

Al encuentro, Merlot llegó seductor a compartir el ahora

Aspiró lento, profundo

Escaldado notó su presencia

—De nuevo somos tres, tres, tres… que número tan desgraciado — pensó

Su buqué y solferino color la seduce

Obsequiosa acepta su presencia

Sin disimulo coquetean

No hay sitio para más de dos

Les florece el brillo que provee el deseo y con desdeño se marchan, sin escrúpulo

Ha vuelto a quedar solo

Cabeza gacha, índice y pulgar estriban los pensamientos

Levantó la mirada, chasqueó los dedos, y con lasitud dijo:

— ¡Camarero, una botella de vino, por favor!

martes, 22 de enero de 2008

Te va a comer el COCO


Ilustración: monster & me. Vagrant Aesthetc.

Rosa tenía la urgente necesidad de conseguir dinero, debía buscar un empleo. Le ofrecieron techo, comida y salario mínimo. Sabía que asumir la responsabilidad de cuidar un niño no es un juego. Los niños de la ciudad no son como los de su pueblo, Cabudare, hay que saber tratarlos, cuidar lo que se les dice y como. Fue así que aceptó el trabajo de niñera mientras Pablito le sacaba la lengua y ella tenía ganas de cortársela.

Junto a la cocina, en el área de servicio, hay un cuarto de pequeñas proporciones; la cama tendida con un cubre de algodón, una mesa de noche, sobre ella, la pequeña lámpara de pantalla de tela. Al frente un mueble con seis gavetas y el pequeño televisor. Baño privado y un closet para colgar sus prendas de vestir. Ese era desde ahora su recinto de descanso, muy distante al corredor y el chinchorro que mecía sus sueños. Estaba por ver otras visones que rayarían en la realidad.

—¡Rosa, ayúdeme con el niño, hay que vestirlo y llevarlo al preescolar!— fue lo primero que escuchó en esa mañana.

Pablito correteaba y brincaba como un saltamontes por el cuarto, no paraba de dar gritos

— ¡No me voy a poner el uniforme, no quiero, no quiero, no quiero!

Rosa lo abrazó para vestirlo y la primera reacción del niño fue hincarle un mordisco sin reflexión en el brazo izquierdo. Rosa lo tumbó en la cama, lo tomó con fuerza por el brazo y le dijo:

— Si no dejas que te vista te encierro en el baño a oscuras para que te coma el Coco— él la miró extrañado y le hizo una trompetilla que le salpicó de saliva su cara.

Esa tarde, a gritos Pablito exigía:

— ¡Rosaaaaa mi tetero!

—Un chamo tan grande y tomando tetero— dijo para sí

Le preparó la crema de arróz, en un vaso se la llevó. Lo tomó y con un berrinche lo batió contra el piso espetando que lo quería en el biberón. Rosa enardecida lo agarró por los hombros, abrió el closet y lo encerró.

—Estás castigado y allí te quedas hasta que te coma el Coco!

Pablito lloró, gritó. A los minutos Rosa decidió abrirle y advertirle de su mal comportamiento.

Esa noche los Padres de Pablito habían salido a cenar con unos amigos. En la casa el silencio se interrumpía por la novela de las nueve que usurpaba las comiquitas de Cartoon Network.

— ¿Que extraño? — pensó Rosa, — esto no es normal.

Se levantó del sofá y comenzó a buscara la criatura por toda la casa. No había ni rastro, comenzó su angustia.

Bajó a la cocina, fue a su cuarto y para su sorpresa lo consiguió con tijera en mano cortando las estampas de la Virgen de la Divina Pastora, El Sagrado Corazón de Jesús, la foto de su mamá, la de los hermanos, documento de identidad y cuanto papel consiguió en la cartera. No se salvaron las pinturas de labios, los había utilizado para rayar el cubrecama y paredes del dormitorio.

Enajenada, en medio de su ira lo alzó, entre gritos, llanto y patadas, lo encerró en su cuarto, apagó la luz y le dijo:

—Ahí te quedas hasta que te duermas y te venga a comer el Coco.

Entrada la madrugada. Un ruido en la juguetera hizo despertar a Pablito, en la penumbra que prestaba su lámpara de noche, sus ojos avistaron un gran muñeco Blanco y gris que con una sonrisa le saludaba.

—Hola Pablito, ¿jugamos?

Pablito ante su asombro salió del embozo de su sábana, soltó una sonrisa y dijo:

— ¡Si, juguemos!, pero primero con los tacos, son mis preferidos

Vaciaron la bolsa comenzaron a armar torres multicolores. El dinamismo de Pablito no lo dejaba permanecer concentrado en una actividad, propuso jugar con los Transformer.

—Yo soy Megatron y tu Bumblebee.

—Pero… ¿cómo te llamas? dijo el niño.

—El Coco — respondió en voz grave.

— ¿El Coco?, ¿pero tu comes gente en la oscuridad?

—Hummm… Eso dicen.

Siguieron jugando durante la madrugada

—Has jugado toda la noche conmigo y no me has comido, ¿no te aburres de jugar con un niño? — preguntó viéndole a la cara

—No, para jugar hay que hacerlo con el corazón y cuando lo hago de esa manera se me olvida todo. Son los momentos en que me siento libre, y mi pensamiento se expande, el universo se me agranda como el tuyo. A medida que nos volvemos grandes ese universo se nos hace más y más chico, se nos olvida jugar.

Hizo una pausa y le dijo con una mueca pícara.

— Pero sabes algo…, ya me dio hambre, mucha hambre, tengo que comer.

—Yo sé que puedes comer… y te va a gustar. — dijo risueño el niño

—Baja a la cocina, ve al cuarto de Rosa y le pides que te haga una crema de arróz, pero que te la de en biberón. Eso si, -en voz baja- ten cuidado, se molesta por nada.

—Eso haré.

En la mañana siguiente, buscaron a Rosa, no apareció. Su cuarto desordenado, rayado, imágenes venerables rotas en el suelo, se mostraba como si las fuerzas del bien y el mal lucharon en el pequeño espacio.

Su ropa intacta en el closet y gavetas. Pero de ella, ni rastro. Sólo un puño de hebras grisáceas parecidas a las de un muñeco de peluche se encontraron en el piso. Nunca más se supo de la joven, ni en Cabudare.

Pablito siguió jugando con sus héroes e imaginación en espera de alguien que sepa comprender, compartir y divertirse en su mundo de fantasías.

sábado, 12 de enero de 2008

Viento vivo.

Fotografía: MARIANA http://www.flickr.com/photos/fulanita/366512711/

El horizonte se estremeció al escucharlo con ímpetu gritar:

— ¡Que el viento se lleve mis sentidos, mi alma, mis pensamientos, mis afectos. Que no se detengan y vuelen libres, gráciles, por las montañas, por los valles, por los llanos, por los ríos y mares de tu cuerpo vivo, tibio, que se anima afanoso a la tentación del amor!

— ¡Que me lleve el viento!

Sus pies se elevaron y como una cometa se alejó.

martes, 1 de enero de 2008

Nubes de un tiempo perfecto

Fotografía: Mirada hacia las nubes. GUADALUPE GÓMES SALAS

Luego de la jornada de trabajo, caminar por el parque triturando las hojas secas de su pensamiento era la rutina para llegar a la soledad su casa. El recorrido entre los frondosos árboles que proyectaban sus sombras y las emanaciones florales aumentaban la amenidad de la tarde. Lleva consigo los vinos que le regalaron sus clientes en el banco, un gesto de reconocimiento de fin de año por contar con exactitud el dinero ajeno. En el recodo de la caminaría, los setos de gladiolas dan paso al prado que intensifica su verdor por los ambarinos rayos de luz que advierte el atardecer. Para su sorpresa, en un manto de desvencijadas y crujientes hojas yacía un hombre de corta y descuidada cabellera entrecana. Cauteloso se acercó, detalló con precisión su rostro gastado, de barba hirsuta, los párpados pétreos mantenían sus ojos profundos con la mirada fija en el cielo. Su vestimenta percudida, un bluyín decolorado y sucio por la faena y la franela que le identificaba como empleado de la Alcaldía. A su izquierda, recostado de una bolsa llena de hojas, el rastrillo metálico destartalado reposaba agotado por la faena. Con los brazos firmes como su mirada, extendidos hacia el cielo sujetaba el firmamento que estaba a punto de caerse sin piedad y aviso alguno.

— Disculpe amigo, ¿que hace? —preguntó

—Te sostengo el cielo para que no te aplaste— sólo movió sus labios, manteniendo el cuerpo rígido como si se tratara de una tarea de alta precisión.

El comentario gracioso ocasionado por un excéntrico feliz le asomó una leve sonrisa, y para seguir la corriente, le preguntó.

— ¿Y como lo hace?

—Viendo las nubes, sintiéndolas, viajando en ellas. —respondió— fíjate como cambian de forma, todo depende de la velocidad del viento y la intensidad y ángulo de la luz con que las acaricie el sol. No tienen prisa, no tienen hora, días ni años. Son simples nubes, nada más que nubes. Se transforman, van danzando por los aires, de un lado a otro. No tienen hora para aparecer ni desaparecer. Sólo quieren ser neblina para acariciar nuestros rostros o nubarrones para brindarnos su agua. Pueden ser tormentas poderosas o brisa sutil. Danzan, danzan y danzan, sin descansar como bailarinas ligeras, gráciles.

— ¿Cómo te llamas? — preguntó el anciano

—Aníbal

—Hermoso nombre, de origen fenicio, significa “el que tiene la gracia de Dios, de sentimientos verdaderos”.

Un juicio de valor le hizo causar extrañeza por el comentario.

—Acuéstate a mi lado, regálate tu tiempo— palmeó suave con su ruda y callosa mano derecha el suelo haciendo crujir las hojas secas.

Aníbal se mostraba preocupado por no llegar a tiempo a su casa aunque en ella solo le esperaba la soledad compartida con libros, un ordenador, la cama y un televisor. Sin embargo se dejó llevar por sus instintos.

—Atardece, se me hace tarde para llegar a casa, esta noche es año nuevo. — le respondió.

—Ven, siente con tu espalda la tierra y con tu pecho el cielo. Respira, no es tarde ni es temprano, es un momento, el ahora, parte del ciclo del día y la noche. No hay año nuevo ni año viejo, sólo vida, existencia, transformación continua en imperecedera, nada es malo ni es bueno, simplemente es. Día a día las nubes nos regalan sus formas infinitas en el cielo y nosotros creamos las formas que deseamos ver.

Con el recelo de quien habla con un loco y teme por su integridad personal, Aníbal fue agachándose lentamente y se acostó. Distendió sus brazos y piernas, sintió el olor a tierra y el crujir del seco colchón vegetal.

—Relájate y mira con acuciosidad las nubes.

En unos segundos ya estaba inmerso en una perspectiva diferente.

— ¡Mire!, —con asombro dijo Aníbal— aquella parece una cara de elefante con la trompa. Y…, aquellas arreboladas son un ramo de flores, ¿las ve?. Y a la derecha… ja, ja, ja, un conejo de largas orejas.

—Apuntalas tu firmamento, vuelves a ser niño. Cuando eres niño las referencias del tiempo son vivencias, no existen fechas, sólo momentos especiales; el fin de semana en la playa, la piñata del cumpleaños, la llegada de Santa o el Niño Jesús, la campana del colegio que marca el fin de la jornada. Tus parámetros de tiempo eran las fechas y momentos que te parecían importantes. Las convenciones son los límites del mundo de los grandes, de los adultos, de los mortificados, de los ambiciosos, de los que nada más buscan en Cristo, Buda, Mahoma, Krishna y todas sus variantes mediáticas y comerciales la razón de la existencia o la fortaleza de su columna para sostener la vida sin echar una mirada en su interior, en su esencia, en su alma. Lo principal de los puntos del ahora que conforman lo que llaman la línea del tiempo es la excelencia, porque en ella priva el mayor grado de bondad que es la razón de la perfección, por eso, para los niños no existe el tiempo. ¿Entiendes porque se dice que el tiempo de Dios es perfecto?

—Eso creo— contestó Aníbal con una mirada de duda, asombro y curiosidad por ese hombre.

—Aníbal, ves aquella nube, ¿Qué te hace ver?

Sumergido en un torrente de imaginación le responde.

—Para mí… humm… es un cofre— aseveró.

—Obsérvala fijamente, luego cierra tus ojos e introduce las manos en el y a ver que consigues.

—Humm…, flores…, muchas rosas.

—Son las flores que están sembradas en ti, por alguna circunstancia las semillas llegan y ellas florecen en el momento menos esperado porque no hay un tiempo determinado. Liberan todos sus colores y aromas. En muchas ocasiones de forma desafortunada quienes te ayudan a sembrar no comparten el disfrute de la cosecha porque le pusieron tiempo a la espera, fueron impacientes, se volvieron adultos, olvidaron su niñez.

Hubo un intenso y plácido silencio que zumbaba en los oídos de Aníbal. Sentía el cuerpo flotar en la vacuidad de su pensamiento.

Lentamente fue abriendo los ojos, emergiendo de ese momento de solaz. Sorprendido se vio rodeado de miles de flores multicolores. Viró su cabeza en búsqueda del anciano, necesitaba una explicación que solo estaba dentro de él. Giró su cabeza, miró hacia un lado y hacia el otro hurgó con la mirada entre los arbustos y la caminería. No lo consiguió.

Las campanas blandían e inundaron con su tañido el aire, doce campanadas en total y los fuegos de artificio anunciaban en el mundo de los adultos el inicio de un nuevo año.

Desconcertado, Aníbal se incorporó, suspiró, se sentó en un banco, sacó de su bolsillo una pequeña navaja, descorchó la botella que traía y de un trago enjuagó su garganta. Miraba extasiado las luces que se expandían formando gigantescas esferas y luego como pétalos de rosas se precipitaban perezosas sobre el parque. Disfrutó el momento.

El firmamento estaba seguro.


lunes, 31 de diciembre de 2007

Propósito de año nuevo

Fotografía: Flotando. Mood Dragon. http://www.flickr.com/photos/pintomarquez/2090887397/

Se escucha en la radio: ¡Faltan cinco minutos para las llegada del año nuevo!. En medio del estrepitar de los cohetones y el jolgorio familiar, Marisela pregunta.

—Ramiro, después que incendiaste el dormitorio por quedarte dormido con un cigarrillo encendido ¿imagino que tu propósito de año nuevo será dejar de fumar?

—¡Nooo!... te equvocaste. Dormir en el banco de la plaza. Lo que me preocupa es que la corriente de aire me pueda ocasionar una neumonía.