Encendí la luz, las vi arrastrarse, no lo soporté más, tomé el libreto telefónico, había llegado la hora de su fin.
Leía un artículo sobre los daños que ocasionaban algunos insecticidas en el sistema nervioso. No recordaba una tarde tan pausada hasta que sonó el teléfono. Lo tomó, se le resbaló de la mano y cayó en el escritorio sobre la taza de café negro.
—Fumigaciones “Mata Bicho” a la orden— Respondió de forma automática.
Leía un artículo sobre los daños que ocasionaban algunos insecticidas en el sistema nervioso. No recordaba una tarde tan pausada hasta que sonó el teléfono. Lo tomó, se le resbaló de la mano y cayó en el escritorio sobre la taza de café negro.
—Fumigaciones “Mata Bicho” a la orden— Respondió de forma automática.
Escuchó atentamente la voz ansiosa que le hablaba sin parar por el auricular.
Al colgar, la alegría colgaba una sonrisa en su cara, hacía cuatro días que no concretaba ninguna fumigación.
Alzó el capó de su Volkswagen amarillo, introdujo la bombona de fumigación, el aspersor, una caja de herramientas y la mascarilla. Se apresuró a ir en auxilio de la voz desesperada.
Se puso la mascarilla, impulsó varias veces la vara de la bombona para inyectar presión y comenzó a rociar el líquido letal por todos los rincones del depósito de la basura, puertas del ascensor, pasillos, escaleras. Colocó polvo blanco en los toma corrientes, interruptores, lámparas de emergencia.
Al pasar por el pasillo del piso cinco, se percató de la presencia de innumerables chiripas en el borde de la puerta del apartamento 51 C
—Carajo aquí esto está bueno— exclamó.
Soltó la bombona, al tocar el pomo de la puerta sintió en sus dedos un pegote que cubría los reflejos del bronce. La empujó, estaba abierta, se destapó la cara para ver mejor, manifestó un leve —permiso, ¿se puede? — entró.
El apartamento estaba en penumbra: unas cortinas estampadas con flores, de tela espesa, impedían el paso de la luz. En el comedor, la mesa de caoba daba asiento en su centro a un florero de murano con gladiolas de plástico chino. Sus pupilas dilatadas se acostumbraban a poca luz. Giró la cabeza; dos sofás, anchos, gruesos, con los apoyabrazos manchados, oscuros, hacían guardia a una publicidad colgada en la pared, era la foto de una insecticida llena de perforaciones, alojaba tres dardos hincados con furia. En cada paso sigiloso sentía como la alfombra oscura se movía, le abría paso a sus botas. Llamó su atención un pequeño altar en la mesita junto al vano de una puerta que suponía era la cocina por el olor que de ella emanaba. Encendida sobre un plato una vela iluminaba tres manzanas ennegrecidas, migas de pan y un libro. Se acercó lento, pausado, sigiloso, cuando las letras se agrandaron ante sus ojos pudo leer; LA METAMORFOSIS. En ese preciso instante, en el vano, apareció un hombre alto, flaco, de rostro famélico, despeinado, con lentes negros, redondos. La barba hirsuta denotaba desaseo. En la cabeza un cintillo con dos resortes coronados en borlas de estambre oscilaban. Sus ojos no daban crédito a lo que veía. Una coraza hecha en cartón le cubría la espalda, de los bordes surgían cuatro articulaciones en tela. Las piernas huesudas, cubiertas por medias panti negras, acentuaban la protuberancia de su sexo.
—Buenas tardes, bienvenido, soy Gregorio Samsa— Con voz chillona dijo, moviendo su cabeza y haciendo bailar las antenas.Tuvo que contener la carcajada, se le alojó en la garganta.
—No se extrañe amigo, acaso no existe el hombre araña, el hombre murciélago, el avispón verde, el pingüino, pues yo soy el hombre artrópodo.
—Sí, sí… claro el hombre artrópodo— respondió.
—Usted debe ser el representante de Arthropod Studies Institue, esperábamos ansiosos su ponencia, pero nunca llegó el correo para incluirla en la convención anual. Pero no se preocupe que le daremos cabida en el programa. Siéntese doctor, aquí tiene los temas que comenzaremos a tratar a partir de hoy en la noche.Tomó el programa, se dirigió hacia el sofá, se percató que la alfombra oscura, tupida, eran miles de chiripas apelmazadas que le abrían paso en su caminar. Leyó.
LUNES
09:00 PM
Orientación, importancia de los puntos cardinales y referencias visuales.Reflejos.
Orientación, importancia de los puntos cardinales y referencias visuales.Reflejos.
Como esquivar pantuflas.
10:00 PM
Como agudizar la visión nocturna.Detección de pies descalzos en la oscuridad.
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11:00 PM
Veneno, el polvo blanco y el polvo azul, como diferenciarlos
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MARTES
09:00 PM
Banquete en el basurero (presentar invitación)
Banquete en el basurero (presentar invitación)
10:00 PM
Cinco segundos para desaparecer cuando se enciende una luz.
Cinco segundos para desaparecer cuando se enciende una luz.
11:00 PM
Como hacerse la muerta y evitar sospechas.
Como hacerse la muerta y evitar sospechas.
MIERCOLES
9:00 PM
Aspectos importantes para seleccionar un escondite.
Aspectos importantes para seleccionar un escondite.
10:00 PM
Fundamentos para la reproducción en masa.
Fundamentos para la reproducción en masa.
11:00 PM
Ejercicio práctico; Correr un metro en nueve milésimas de segundo.
Ejercicio práctico; Correr un metro en nueve milésimas de segundo.
JUEVES
9:00 PM
El Fumigador, enemigo número uno.
Como desaparecer a un fumigador sin dejar rastros.
El Fumigador, enemigo número uno.
Como desaparecer a un fumigador sin dejar rastros.
11:00 PM
Clausura.
Clausura.
Tragó su saliva, gruesa.
—Señor Samsa tengo que salir, dejé mi ponencia en el Volkswagen, bajo a buscarla— Le dijo con voz temblorosa.
—Pero no demore doctor hay que terminar los preparativos para esta noche.
La adrenalina enjuagó sus venas, exaltado se paró, ahora con asco se abrió paso por la alfombra viva, se dirigió hacia la puerta, sólo quería salir lo más pronto de esa cueva oscura y mal oliente.
Afuera en el pasillo tomó la bombona, le inyectó aire con vehemencia hasta más no poder, se colocó la mascarilla, apuntó con el aspersor hacia el frente, la pierna derecha impulsó con fuerza la bota de goma y empujó la puerta. Roció desesperado en todos los sentidos el líquido lechoso, aguado.
El apartamento se encontraba vacío, sin cortinas, inodoro. La luz que se colaba por las ventanas se reflejaba en las blancas paredes. Su estómago se contrajo, la frente sudó frío, recogió su erguida espalda, de un tirón se quitó la máscara, soltó la bombona y salió de prisa como si hubiese visto un alma en pena, corrió por el pasillo y las escaleras sin mirar atrás.
Me habían recomendado a la fumigadora “Mata Bicho”, terminado este relato llamé y me respondieron: “La Cañería”, plomeros a domicilio, buenas tardes.