martes, 22 de enero de 2008

Te va a comer el COCO


Ilustración: monster & me. Vagrant Aesthetc.

Rosa tenía la urgente necesidad de conseguir dinero, debía buscar un empleo. Le ofrecieron techo, comida y salario mínimo. Sabía que asumir la responsabilidad de cuidar un niño no es un juego. Los niños de la ciudad no son como los de su pueblo, Cabudare, hay que saber tratarlos, cuidar lo que se les dice y como. Fue así que aceptó el trabajo de niñera mientras Pablito le sacaba la lengua y ella tenía ganas de cortársela.

Junto a la cocina, en el área de servicio, hay un cuarto de pequeñas proporciones; la cama tendida con un cubre de algodón, una mesa de noche, sobre ella, la pequeña lámpara de pantalla de tela. Al frente un mueble con seis gavetas y el pequeño televisor. Baño privado y un closet para colgar sus prendas de vestir. Ese era desde ahora su recinto de descanso, muy distante al corredor y el chinchorro que mecía sus sueños. Estaba por ver otras visones que rayarían en la realidad.

—¡Rosa, ayúdeme con el niño, hay que vestirlo y llevarlo al preescolar!— fue lo primero que escuchó en esa mañana.

Pablito correteaba y brincaba como un saltamontes por el cuarto, no paraba de dar gritos

— ¡No me voy a poner el uniforme, no quiero, no quiero, no quiero!

Rosa lo abrazó para vestirlo y la primera reacción del niño fue hincarle un mordisco sin reflexión en el brazo izquierdo. Rosa lo tumbó en la cama, lo tomó con fuerza por el brazo y le dijo:

— Si no dejas que te vista te encierro en el baño a oscuras para que te coma el Coco— él la miró extrañado y le hizo una trompetilla que le salpicó de saliva su cara.

Esa tarde, a gritos Pablito exigía:

— ¡Rosaaaaa mi tetero!

—Un chamo tan grande y tomando tetero— dijo para sí

Le preparó la crema de arróz, en un vaso se la llevó. Lo tomó y con un berrinche lo batió contra el piso espetando que lo quería en el biberón. Rosa enardecida lo agarró por los hombros, abrió el closet y lo encerró.

—Estás castigado y allí te quedas hasta que te coma el Coco!

Pablito lloró, gritó. A los minutos Rosa decidió abrirle y advertirle de su mal comportamiento.

Esa noche los Padres de Pablito habían salido a cenar con unos amigos. En la casa el silencio se interrumpía por la novela de las nueve que usurpaba las comiquitas de Cartoon Network.

— ¿Que extraño? — pensó Rosa, — esto no es normal.

Se levantó del sofá y comenzó a buscara la criatura por toda la casa. No había ni rastro, comenzó su angustia.

Bajó a la cocina, fue a su cuarto y para su sorpresa lo consiguió con tijera en mano cortando las estampas de la Virgen de la Divina Pastora, El Sagrado Corazón de Jesús, la foto de su mamá, la de los hermanos, documento de identidad y cuanto papel consiguió en la cartera. No se salvaron las pinturas de labios, los había utilizado para rayar el cubrecama y paredes del dormitorio.

Enajenada, en medio de su ira lo alzó, entre gritos, llanto y patadas, lo encerró en su cuarto, apagó la luz y le dijo:

—Ahí te quedas hasta que te duermas y te venga a comer el Coco.

Entrada la madrugada. Un ruido en la juguetera hizo despertar a Pablito, en la penumbra que prestaba su lámpara de noche, sus ojos avistaron un gran muñeco Blanco y gris que con una sonrisa le saludaba.

—Hola Pablito, ¿jugamos?

Pablito ante su asombro salió del embozo de su sábana, soltó una sonrisa y dijo:

— ¡Si, juguemos!, pero primero con los tacos, son mis preferidos

Vaciaron la bolsa comenzaron a armar torres multicolores. El dinamismo de Pablito no lo dejaba permanecer concentrado en una actividad, propuso jugar con los Transformer.

—Yo soy Megatron y tu Bumblebee.

—Pero… ¿cómo te llamas? dijo el niño.

—El Coco — respondió en voz grave.

— ¿El Coco?, ¿pero tu comes gente en la oscuridad?

—Hummm… Eso dicen.

Siguieron jugando durante la madrugada

—Has jugado toda la noche conmigo y no me has comido, ¿no te aburres de jugar con un niño? — preguntó viéndole a la cara

—No, para jugar hay que hacerlo con el corazón y cuando lo hago de esa manera se me olvida todo. Son los momentos en que me siento libre, y mi pensamiento se expande, el universo se me agranda como el tuyo. A medida que nos volvemos grandes ese universo se nos hace más y más chico, se nos olvida jugar.

Hizo una pausa y le dijo con una mueca pícara.

— Pero sabes algo…, ya me dio hambre, mucha hambre, tengo que comer.

—Yo sé que puedes comer… y te va a gustar. — dijo risueño el niño

—Baja a la cocina, ve al cuarto de Rosa y le pides que te haga una crema de arróz, pero que te la de en biberón. Eso si, -en voz baja- ten cuidado, se molesta por nada.

—Eso haré.

En la mañana siguiente, buscaron a Rosa, no apareció. Su cuarto desordenado, rayado, imágenes venerables rotas en el suelo, se mostraba como si las fuerzas del bien y el mal lucharon en el pequeño espacio.

Su ropa intacta en el closet y gavetas. Pero de ella, ni rastro. Sólo un puño de hebras grisáceas parecidas a las de un muñeco de peluche se encontraron en el piso. Nunca más se supo de la joven, ni en Cabudare.

Pablito siguió jugando con sus héroes e imaginación en espera de alguien que sepa comprender, compartir y divertirse en su mundo de fantasías.

13 comentarios:

Luisa Elena Sucre dijo...

Hola Tejedor,

Para mí, el “Coco” está dentro de nosotros, es la personificación del miedo, de lo siniestro, de la sombra, de la amenaza o de la culpa. Me encanta que en tu historia, ese “Coco” termina comiéndose a quien verdaderamente lo alberga en sus realidades ya adultas… sólo un adulto puede ser devorado verdaderamente por un auténtico “Coco”. ¡Dígalo ahí!

Un abrazo y gracias por esta tela,

Luisa Elena

Luisa Elena Sucre dijo...

Hola Tejedor,

Para mí, el “Coco” está dentro de nosotros, es la personificación del miedo, de lo siniestro, de la sombra, de la amenaza o de la culpa. Me encanta que en tu historia, ese “Coco” termina comiéndose a quien verdaderamente lo alberga en sus realidades ya adultas… sólo un adulto puede ser devorado verdaderamente por un auténtico “Coco”. ¡Dígalo ahí!

Un abrazo y gracias por esta tela,

Luisa Elena

Vania B. dijo...

Muy lindo cuento. Por nada más lo voy a imprimir y llevárselo a mis hijos para leérselos esta noche. Ellos ya no creen en el Coco hace muho tiempo, pero estoy segura que les va a encantar.

Un abrazo desde Bolivia.

Gilberto dijo...

Excelente relato! Que Creepy!! Al final el malaconducta se salió con la suya :(
Pobre Rosa, lo más seguro es que se le plantó al Coco y éste lo pelo ese boche.

Genial relato, muy bueno de verdad :)

Carlota dijo...

Muy bueno, Pancho, aunque escalofriante...esta noche miraré debajo de la cama y dentro del armario, por si las moscas...dí que si hay un coco, entre mis tres hijos le espabilan rápido...buenos son ellos, jajaja...muy bonito lo de jugar...procuro hacerlo todos los días con ellos. :) Un abrazo.

Anónimo dijo...

jajaja!

es que los niños saben mucho...y los fantasmas les temen por eso!
jajaja

Muy buen relato Pancho!

IMAGINA dijo...

Me puedo morir de miedo....jajajaja. Ese niño es el coco!!!!

Anónimo dijo...

Hola Francisco! Volví!

Imágenes urbanas dijo...

El Coco le debería salir a todos a los que asustan a los niños con ese cuento...y a los que les dicen que se los va a llevar el policía, o el loco, etc.

Mua!

Morco dijo...

Muy buen cuento, aunque yo creo que el Coco era más bien el Pablito, que hasta el Coco le dió miedo comerselo...

Morco dijo...

Muy buen cuento, aunque yo creo que el Coco era más bien el Pablito, que hasta el Coco le dió miedo comerselo, es más creo que al Coco cuando pequeño lo asustaban con que se lo comería Pablito ;-)

Kiri dijo...

Me ha encantado el cuento del coco...porque es la primera vez que no se come al niño? Y este...lo merecería!. Bss.

RosaMaría dijo...

Más que en el Coco (llamado Cuco en Argentina) me he concentrado en tu narración. Te has puesto tan justo en la piel del niño que además de ser un cuento precioso es una narración muy buena.